domingo, 16 de mayo de 2010

Zman Matan Toratenu

Shavuot por varias de sus características bien podría ser el arquetipo del judaísmo rabínico. Hoy en día, en las comunidades judías de todo el mundo, Shavuot es una de las celebraciones que, lamentablemente, ha perdido más importancia. Pero Shavuot encierra un mensaje que representa el centro de la vida judía. Shavuot nos da la oportunidad de reafirmar nuestra identidad y de volver a nuestro origen, a lo que nos dio vida y forjó la realidad judía desde hace miles de años. Shavuot nos permite re-encontrarnos con la Tora.

Re-encontrémonos con la fuente. En la Tora Jag Hashavuot, la fiesta de las semanas, no tiene una entidad propia y esta íntimamente relacionada con Pesaj. Como vemos en el libro de Vaikra (Cap. 23) Shavuot representa la finalización de Pesaj. En su origen esta festividad tenía un sentido meramente agrícola sin las connotaciones que hoy tiene. Shavuot era el tiempo de la recolección de los Bikurim, de las primeras primicias que brotaban de la tierra. En una lectura más profunda vemos que la interdependencia de ambas festividades no es tan solo en su base agrícola o material. Pesaj es la fiesta de la libertad mientras que Shavuot es la fiesta de la Ley. Aquí vemos el mensaje que los días de Sefirat Haomer (los que se encuentran en el medio de ambas celebraciones) representan. La conexión y la preparación del camino entre la libertad y la ley; no hay libertad sin ley y no hay adopción de la ley sin libertad.

Re-vivamos el momento, al momento preciso de la revelación. Nuestro maestro Abraham Ioshua Heschel decía que no se podía estar seguro de que paso en aquel momento, pero de que algo paso podemos estar seguros. De cómo un pequeño número de esclavos tuvo un encuentro con lo Divino y así cambio su destino y la historia universal. La Tora (Shemot 19:18) relata el evento como algo sublime, con fuego, humo y el sonido del shofar que estremecía la inmensidad del desierto. Era el encuentro del hombre con lo Eterno de la existencia. Era el encuentro del hombre con la creación y con su futura redención. La Tora nos relata, desde su sensibilidad, como pudo haber sido ese encuentro con lo Trascendente.

Re-construyamos el hecho. Zman matan Torateinu, el tiempo de la entrega de nuestra Tora. La palabra “Tora” la podemos traducir por Ley o por enseñanza, las dos son ciertas y ambas validad en diferentes situaciones. En la guemara se discute que fue lo que nos fue entregado en el Har Sinai, hay quienes dicen una letra, hay quienes dicen los Aseret Hadivrot (los diez mandamientos), y hay quienes dicen la Tora entera. Las respuestas en nuestra tradición no son concluyentes, sino que invitan a nuevas preguntas y nuevas respuestas. Pero hay algo de lo que no podemos dudar. La Tora es, fue, y será el centro de la vida judía. Lo fue para Moshe y el pueblo en el desierto, lo fue para David y el Reino de Israel, tambien para Rabi Akiva, lo fue para el Rambam, lo fue para Mendelshon y lo es para nosotros. No importa en qué tendencia del judaísmo nos encontremos, ortodoxos, conservadores, reformistas, humanistas, todos volvemos a la Tora. La Tora es y debe ser el centro de la existencia judía.

Re-interpretemos el mensaje. Adin Steinsaltz uno de los grandes talmudistas del siglo XX enseñó, retomando algunas nociones de la kabala, que la entrega de la Tora es un acto desde arriba hacia abajo, mientras que el recibir la Tora es un acto de abajo hacia arriba. La entrega de la Tora es un acto único en la historia donde D´s es el factor determinante. El recibir la Tora, en contraste, es un eterno proceso, donde el hombre es el factor determinante. La paradoja se resuelve en la historia y en eterno proceso al cual es llamado el pueblo de Israel. El de elevarnos hacia lo Eterno, hacia lo santo. Kedoshim Tihu, santos seréis, ese es el desafío de elevación. La Tora es nuestro camino, y nuestro medio es su eterna interpretación.

Sea tu Voluntad D´s nuestro y de nuestros padres que podamos en este Shavuot re-encontrarnos con tu Tora, que podamos afianzarnos en tus Mitzvot y que estemos un paso más cerca al desafío eterno de la santidad.

Jag Sameaj!

24 HORAS para que Facebook borre el grupo "YO TAMBIÉN ODIO A LOS JUDÍOS"

Antisemitismo no es una nueva palabra, aunque tampoco tan vieja. Acuñada a fines del siglo XIX significa (aunque no literalmente) “odio a los judíos”. Otros autores prefieren utilizar el término “judeofobia” pero la verdad que no es importante el término preciso, sino, el concepto. A través de la historia este odio o intolerancia se expresó de formas muy diversas, concluyendo, quizás, con el acto más horrible que pudo concebir la humanidad como ser la Shoa.

Antisemitas hubo, hay y habrá; un profesor mío una vez me dijo que hay algo que la modernidad todavía no resolvió con respecto a los judíos. Hay algo que todavía escapa a la razón y al “progreso” de la humanidad. Ya no es un antisemitismo religioso, aunque he visto carteles en los últimos tiempos como “judíos deicidas” (en Av. Federico Lacroze y Enrique Martínez), ya no es un antisemitismo racial, aunque he visto en los baños de mi facultad fraces despectivas hacia la “raza” judía. Tampoco podemos decir que todos los anti sionistas son antisemitas, aunque hay muchos que son ambas cosas. Pero hay algo que todavía la modernidad no resolvió con la “cuestión judía”. Quizás habrá que esperar y darle tiempo a que la sociedad se “acostumbre” a vivir con un judío a la par. No hay que olvidar que el judaísmo vivió una persecución sistemática por casi 15 siglos a cargo de la Iglesia Católica.

Todavía no logro comprender la base del antisemitismo “pos moderno”, el antisemitismo de nuestros días. Ya nadie, quiero creer, que en su sano juicio puede decir que los judíos son deicidas, o extranjeros, o usureros, o quien sabe que otro termino. Si prestamos atención cada vez más los “antisemitas” son en realidad “anti sionistas”. En este grupo que se creó de “Yo también odio a los judíos”, la gran mayoría de los mensajes están relacionados con Israel. Quizás con el tiempo cada uno mostrará su verdadera careta y se verán quienes verdaderamente son críticos con el Estado de Israel (opción totalmente valida) y quienes esconden en sus palabras un alto grado de odio hacia los judíos.

Pero no me quería detener en el antisemitismo sino en un dato particular. A la fecha más de 110.000 personas están unidas a este grupo en contra del grupo “Yo también odio a los judíos”. La cifra es altísima! Un 60% de la comunidad judía argentina, unas 5 veces (o más la cantidad de judíos de chile o Uruguay), un 70% de la comunidad judía de Brasil, y ni siquiera las comunidades de Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela combinadas suman semejante cifra. En esta cifra y en lo que representa me quiero explayar brevemente.

Esta misma situación, o semejante, se da en los actos del recuerdo por el Atentado a la Amia o a la Embajada de Israel, son los actos más multitudinarios después del de Iom Hatzmaut. Es verdad que los judíos desarrollamos a través de la historia una sensibilidad particular con respecto al dolor y la muerte, que nos hace convocarnos especialmente en fechas como las antes mencionadas. También generamos una fuerte sensibilidad frente al “odio” exterior. Apenas escuchamos que alguien critica a Israel, es un antisemita. Apenas alguien que no es judío dice algo de los judíos seguramente es un antisemita. Algún historiador pone en duda las cifras de los muertos en la Shoa y es un antisemita. Creo que estamos “híper sensibles” muchas veces en circunstancias justificadas, pero en muchas otras no.

Al parecer el dolor, la muerte y el antisemitismo hoy en día, entre nosotros los judíos, convoca más que el estudio, que la sinagoga, que las tnuot, que la vida. El judaísmo supo combinar a través de su calendario el horror con la alegría, la vida con la muerte. Siento un gran dolor cuando veo más de cien mil judíos convocados a través de un click a repudiar un grupo antisemita mientras que las escuelas de la colectividad quedan diezmadas, algunas cierras. Con sinagogas que no llegan a un minian. Con grupo de estudio con un puñado de personas. Con tnuot que ya casi no tienen janijim. Parece ser que el único denominador común y los que nos llama a unirnos y a “vivir” en comunidad es la mirada del otro, el odio del otro.

El antisemitismo o el horror puede ser un fuerte elemento de cohesión grupal, pero no puede ser la base, bajo ningún concepto de una vida judía digna de ser vivida. La mirada del otro nos constituye, el odio del otro nos constituye; pero debemos constituirnos por una mirada hacia el interior. Debemos construirnos hacia adentro. Recordar la Shoa o “enfrentarnos” a los antisemitas no puede ser el eje que aúne gente dentro de nuestra colectividad. Debemos construir una vida judía con estudio, dedicación y compromiso más allá del mundo cibernético y de la facilidad de un click. El factor que nos cohesione tiene que ser la vida judía, nuestro calendario, nuestras festividades, nuestros símbolos, nuestras fuentes. El odio externo debería ser un factor residual en nuestra conformación comunitaria. Volvamos la mirada hacia adentro.

Jag Sameaj!