viernes, 28 de octubre de 2011

LA PALABRA Y LOS CIELOS

El Talmud nos afirma que el mundo fue creado mediante 10 alocuciones. Con 10 verbos D-s llama a la existencia a todo el vasto universo que hoy conocemos. La palabra tiene la posibilidad de dar vida. Spinoza en su Tratado Teológico Político afirma que nuestra imaginación, a través del uso de la lengua, puede provocarnos sensaciones corporales iguales a las que experimentamos en la realidad. La palabra tiene una entidad propia, las palabras no se las lleva el viento. En hebreo PALABRA se dice DABAR lo cual, por las extrañas vueltas del lenguaje significa también “COSA”. Las palabras son cosas, tienen peso, tienen existencia. Las palabras son.

La Torá nos debe hablar, la Torá es aquella palabra eterna que en cada generación debe ser leída de una nueva forma, acumulando así, las lecturas de los antepasados que nos precedieron e imprimiéndole un nuevo significado. En Shabat Bereshit terminé de leer un maravilloso libro: La etimología de las pasiones de Ivonne Bordelois. Al terminar de leer el libro comencé a estudiar, una vez más, Parashat Noaj. Y el texto volvió a hablarme, la Torá se me volvió a revelar en infinitos significados. Esta vez a través de la palabra.

Al final de nuestra parashá aparece el relato sobre la torre de Babel, muchas veces comentada pero pocas veces estudiada. Cuenta la Torá (Bereshit 11:1) que en aquel entonces había una sola lengua y una sola "intención". Claramente, para los exégetas clásicos, esa lengua no podía ser otra que el hebreo. Al parecer, los hombres reunidos en una ciudad decidieron construir una torre que llegara hasta los cielos. Querían llegar a D-s. Ellos se decían, a través de la palabra, unos a otros: "D-s no puede reservarse el cielo para sí, vayamos y conquistémoslo". Según otros exégetas estos "malvados" buscaban ir y poner un filtro en el cielo para impedir así un nuevo diluvio. En resumidas cuentas, estos hombres buscaban enfrentarse a la autoridad que emana de los cielos, buscaban enfrentarse a D-s. Estos hombres son castigados con la dispersión física y lingüística. D-s confunde (Mebalbel) sus lenguas para así no pueden comunicarse unos con los otros y así no pueden construir aquella torre. Por eso se llama la torre de Babel, la torre de la confusión. ¿Por qué el castigo es la dispersión? La unión de los malvados es mala para el mundo, la dispersión de los mismos es buena para el mundo; y todo lo es al revés en relación a los justos (Sanedrín 71b).

El Kli Iakar, un comentarista de la Torá, trae esta frase del Talmud para entender el por qué del castigo divino. La dispersión imposibilita el entendimiento, impide que los malvados puedan comulgar sus fuerzas para el mal. Cada uno en soledad poco puede hacer. Todo lo contrario en relación a los justos, sólo unidos y en comunidad (común-unidad) pueden lograr traer paz al mundo. Tantos los unos como los otros pueden hacer el bien o hacer el daño a través de la palabra. Aquella palabra que puede construir es la misma que puede destruir. Es por ello, que como bien señalan algunos, no hay malas palabras; todo depende de su locutor. La misma palabra de aliento puede ser utilizada para guiarnos en pos de la justicia como puede guiarnos hacia una guerra. Cada palabra es un mundo que crea nuevas realidades, nuevos mundos. Los gritos en soledad se pierden ante un mundo ensordecedor, los suspiros en comunidad pueden hacerse oír hasta los cielos.

No necesitamos de una torre para ascender a los cielos, nos necesitamos los unos a los otros. Venimos al mundo para hablar, Naasé Adam, hagamos al hombre dice D-s; Él se nos presenta como nuestro interlocutor. Antes de hablar debemos empezar a escuchar. Venimos al mundo con dos oídos y con una boca para enseñarnos que debemos escuchar el doble de lo que decimos. La vida no es un monólogo, la vida no se vive con una sóla lengua, sino que se vive con la multiplicidad de lenguas que conforman nuestro mundo. La palabra es el verdadero camino para llegar a los cielos. No necesitamos construcciones monumentales ni majestuosas, un simple suspiro puede ascender a lo más profundo de nuestro ser y de nuestro espíritu. Como nos ordena el Talmud (Berajot 4a) debemos, antes de cada Tefilá, decir: D-s abre mis labios y mi boca para que puedan loarte.

D-s quiera que podamos utilizar nuestras palabras para sanar, para enseñar y para amar. Que cada palabra que salga de nuestros labios cante Tu gloria y nos acerque ante Tu presencia.

Shabbat Shalom
@urielromano