martes, 29 de septiembre de 2009

Textos varios de Iom kipur 5770

Introdución para Izkor

Ribono shel Olam, Señor del Universo, tal como tu rememoras Tu pacto con Tu pueblo Israel nosotros rememoramos a nuestros seres queridos. Tal como Tú rememoras el pacto con inmenso amor, nosotros, en este día de Kipur recordamos con amor y dolor la partida de este mundo de nuestros seres queridos.

Estamos en estos momentos llamados a valernos de una de las más poderosas virtudes del hombre. El recuerdo. El recuerdo es aquello que nos da un sentido de trascendencia a nuestra efímera existencia. El recuerdo de un pasado mejor nos permite soñar con construir un presente mejor. El recuerdo de nuestros seres queridos nos levanta cuando ya no tenemos fuerza. Quiera D´s que nuestros recuerdos nos ayuden a emular las acciones de nuestros seres queridos que ya no están aquí. Quiera D´s que podamos caminar junto a sus recuerdos. Quiera D´s que nos valgamos del recuerdo para superar las adversidades. Quiera D´s que podamos aprender a recordar.

En el día más solemne del año donde nuestra existencia se detiene, en este día de Kipur, somos comprometidos al recuerdo. En este día donde nos encontramos solos ante el Creador nos acompaña el recuerdo de quienes amamos. En una sinagoga repleta nos encontramos solos esperando Su veredicto pero es el recuerdo de nuestros seres queridos que nos mantiene firmes frente al juicio.

La memoria. Registramos nombres en lugares sagrados; recordamos a los seres queridos en momentos de santidad. La memoria, sin embargo, nos enseña no sólo lo que debemos recordar, sino también lo que debemos olvidar; cómo olvidar odios y heridas; cómo olvidar los dolores y frustraciones de la vida. La memoria nos provee de la alegría de seguir adelante a pesar de los pesares del corazón.

Nuestros sabios se preguntan en el Midrash (Kohelet Raba 5, 21) por qué los humanos cuando nacemos con las manos cerradas y morimos con las manos abiertas. Porque cuando nacemos -dice el Midrash- queremos llevarnos el mundo por delante, como aquel que dice: ‘El mundo es todo mío’. Pero cuando morimos, abrimos nuestras manos señalando que nada nos pudimos llevar de él.

Del mundo nada podemos llevarnos pero si podemos dejar. Lo que queda de nuestros seres amados es su legado. Lo que ellos nos enseñaron, sus sonrisas, sus lagrimas; sí dejan una huella en el mundo. Dejan una huella marcada en nosotros, una huella que no se percibe si no estamos dispuestos a verla. Quiera D´s que en este día podamos recordar aquellas huellas, aquellas marcas que dejaron nuestros seres queridos en nuestras vidas. Podamos recordarlos a ellos con lágrimas, pero también con sonrisas.

Iesh Kojavin She Oram Maguia Artza rak kaasher hem atzmam abdu. Hay estrellas cuya luz llega a la tierra solo cuando se extinguieron y ya no existen. ve einam iesh anashim she ziv zijram meir kaasher hem atzmam einam od be tojeinu. Hay personas que el brillo de sus memorias alumbran cuando ellos ya no están entre nosotros. orot ele Hamabikim bejeshjat. Aquellas luces que titilan en la oscuridad. ha leil hem she meirim la adam et Haderej. Aquellas son las que alumbran en la noche nuestros caminos.

Introducción a Neila

La palabra si tiene valor. Nuestras palabras si valen. Con este servicio de Nehila concluimos un nuevo Iom Kipur, pero ayer iniciamos este día anulando nuestros votos. Hoy por la mañana leíamos un fragmento de Tora en donde somos encomendados a anular nuestros votos una vez al año. En el libro de Bamidvar la Tora nos prescribe que seamos cautelosos a la hora de formular nuestros votos. Incluso más. Nos exhorta a no hacerlo. No porque nuestra tradición nos limite a una realidad sin poder imaginarnos algo diferente, algo mejor.

La tradición judía nos guía en el uso de nuestras palabras, de nuestras promesas. Porque nuestras palabras crean mundos, crean nuevas realidades. D´s creó al mundo con la palabra. D´s bendijo a Abraham con la palabra. Bilam bendijo al pueblo de Israel con la palabra. Moshe nos liberó con Su palabra. Pero fueron las palabras las que trajeron discordia al mundo. Fue la torre de babel y sus 70 lenguas las que trajeron disputas sobre la tierra.

La tradición jasidica nos indica que siempre para ilustrar algo la mejor alternativa es un cuento.

Un Rab le pide a uno de sus talmidim, a uno de sus mejores alumnos que vaya al mercado. Le pide que compre lo mejor que hay en él, y lo peor. A las horas vuelve el joven con dos cajas. El Rab sienta a todos sus alumnos en una ronda y le pide a quien fue al mercado que muestre que es lo mejor que había en el. Este saca una lengua. Sorpesa entre los alumnos. Muchos sugirieron que quizás el oro era lo mejor que había en el mercado. Pero no, una lengua. El rab permanecía callado. Luego le pidió que mostrase que es lo peor que encontró en el mercado. Su alumno abrió la segunda de las cajas y le mostro otra lengua.

Esa lengua, es una palabra. Es nuestra palabra, nuestro Divur. La lengua no es ni buena ni mala. No es lo mejor ni lo peor del mercado. La lengua es lo que nuestra boca haga de ella. La lengua es una bendición como una maldición. La palabra es un tesoro que debemos saber cultivar y desarrollar.

Es curioso que la palabra Divur, palabra en hebreo, tenga la misma raíz que Davar, cosa. La palabra como ya dijimos crea realidades, pero también la palabra tiene peso. Como todo lo materiales, nuestras palabras pesan. Pesan para bien, pesan para mal. Nos ayudan a construir y nos ayudan a destruir. Las palabras pesan. Y nuestras promesas pesan aun más. Quizas será por esto que nuestros maestros nos indicaron la importancia de las promesas, del valor que ellas tienen y del peso en nuestras espaldas al cual nos sometemos cuando decidimos prometer. Un peso que no todos podemos cargar, o que todos debemos aprender a cargar.

Pero la palabra Divur, palabra tiene otro significado más. Tiene el mismo shoresh o raíz que Midvar, que desierto. Si las palabras que habremos de pronunciar durante este día no dan frutos, correremos el riesgo de transformar al oasis en un desierto, quitando espíritu a nuestra vida, transformándonos en pequeñas personas y viviendo pequeñas vidas. Nuestras palabras pueden transformarse en desiertos, aridos, fríos y desolados. Y una vez más como somos nosotros quienes podemos hacer de nuestras palabras fértiles oasis o áridos desiertos.

Hablando sobre cómo es que la responsabilidad cae sobre nosotros en este día la tradición judía nos da un indicio más al respecto. Somos nosotros los que contribuiremos en esta rúbrica, tal como dijera Rabí Itzjak en el Tratado de Rosh haShaná (16b): Cuatro cosas cancelan la sentencia del hombre –o sea: Cuatro cosas alteran el veredicto divino- y éstas son: La tzedaká, la súplica, el cambio del nombre y el cambio de conducta. En este día de Kipur la mitzva recae sobre nosotros mismos. En todos los jaguim, las mitzvot recaen sobre algo ajeno a nosotros. En Purim sobre la meguilá. En Pesaj sobre la matzá y el maror. En Rosh HaShaná sobre el shofar. En Sukot sobre la Suká y los Arvaat HaMinim. Pero en este día de Kipur no nos valemos de cosas externas a nosotros, nos valemos de nosotros mismos. Nos valemos de nuestras palabras a través de la Tefila. Nos valemos de nuestras palabras a la hora de pedir perdón. Nos valemos de nuestras palabras al momento de reflexionar. Hoy nos valemos por nosotros mismos.

Dice el texto de la Torá, refiriéndose a este día de Kipur: “Veinitem et nafshoteijem” Afligiréis vuestras almas. ¿Qué significa afligir nuestras almas? Nuestros sabios comprendieron que de aquí deviene el ayuno. Este es quizás el símbolo de la mitzva de Iom Kipur. Es lo visible de nuestra condición y nuestra obligación en este día. Afligirse no es dejarse vencer, afligirse es darnos la oportunidad de encontrarnos con nosotros, encontraros con una voz que muchas veces no escuchamos y encontrarnos con Su Voz. Permitanme parafrasear uno de los versículos más conocidos del génesis. Allí se nos dice “Veruaj elohim merajefet al pnei hamaim” El espritu de D´s flotaba sobre las aguas. Hoy yo digo. Kol Helohim merajefet al pnei haaretz. La voz de D´s flota sobre la tierra. Hoy debemos escuchar su voz, debemos constreñir y afligir nuestro ser para ser capaces de escuchar su voz y escuchar nuestra voz.

Podamos escuchar nuestra propia voz en busca de alguna respuesta. Podamos escuchar la voz del otro en busca de algún consejo. Que en estos momentos donde las puertas de los cielos comienzan a cerrarse puedan nuestras voces unidas en congregación elevarse a través de los cielos y llegar al Eterno.

Cierre de Neila

Ya culmina un nuevo Iom Kipur. En minutos sonara el Shofar. El shofar que anuncia el fin de este día del Perdón. El shofar que anuncia que la Shejina se aparte de nosotros y sube nuevamente a los cielos. El shofar que trae el anhelo de una pronta redención. El shofar que marca el fin de este día y el comienzo de un nuevo camino. Quiera el sonido de shofar estremecer nuestros corazones y hacernos vibrar. Quiera el sonido del Shofar elevarnos en plegaria. Quiera este último sonido del Shofar esperanzarnos en un futuro mejor. Quiera el Shofar recordarnos que solo a través de la unión de todo el pueblo de Israel y la humanidad llegará la redención. Quiera la voz del shofar hacernos recordar el valor de nuestras propias palabras. Quiera D´s que podamos escuchar el sonido del Shofar.

Ptaj lanu shaar be-et nehilat shaar. Abre para nosotros las puertas en esta hora que las puertas se cierran.

Hamtzi Lanu Mejilá BeShaat HaNeilá.
Concédenos tu perdón, en esta hora en que las puertas se cierran.

Introducción a Kol Nidrei

Cuando la noche tiende su manto sobre la tierra y nos acercamos al día más solemne del año, consientes del imperio del tiempo y de nuestra existencia. Conmovidos por los acordes que evocan nuestra historia. Decimos Hineni. Decimos presente. Como nuestros patriarcas, hoy, nosotros, Tu pueblo Israel, dice presente. Evocando Tu magna misericordia decimos: Hemos errado y solo a tu clemencia apelamos.

Ribono shel Olam, Soberano del Universo: ayúdanos a medir nuestras palabras y te pedimos la fuerza para ser fieles a nuestras promesas.

Ribono shel Olam, Señor del Universo: concédenos la voluntad para volver en Teshuva, para volver nuestros pasos al camino de Tu Tora.

Ribono shel Olam, Señor del Universo: ayúdanos a encontrar un camino. Un camino que nos una a Tu nombre.

Ribono shel Olam, Señor del Universo: concédenos en este día del perdón la conciencia para poder distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo bueno y lo mejor.

Ribono shel Olam, Señor del Universo: Ayúdanos a comprender que nuestros hábitos de hoy decidirán la esencia de lo que seremos mañana.

Ribono shel Olam, Señor del Universo: Haz que nuestra voluntad sea Tu voluntad.

Unidos en plegaria y meditación con nuestros hermanos judíos de todo el mundo apartamos de nuestra mente los pensamientos mezquinos y los deseos vanidosos. Y nos volvemos hacia Ti con humildad y reverencia. Aspiramos llegar a grandes metas, pero la tentación nos invade. Tropezamos y caemos, argüimos y dudamos. Señor del universo, fortifícanos y guía nuestros pasos. Ayúdanos a escuchar en nuestros corazones la vos serena y sabia de Tu espíritu.

En esta noche sagrada, santificada por recuerdos sagrados, unidos con las generaciones pasadas y rememorando la piedad y la devoción ancestral nos hallamos en Tu presencia, libres de toda pretensión, consientes de nuestras debilidades.

Ribono shel Olam, Señor del Universo, en este día de Kipur, en esta hora del crepúsculo solo a tu justicia apelamos.

Ribono shel Olam, Señor del Universo, nos des la fuerza y la voluntad para ser en lugar de solo desear, para ser lo que rezamos.

El valor de la kehila

En la antigüedad el rabino de cada kehila acostumbraba en dos momentos al año dar una predica. Uno era en Shabat Hagadol, el Shabat que antecede a Pesaj, y el otro era en la noche de Iom Kipur. Según relatan nuestras fuentes cada predica tenía un tema especifico, el de esta fecha era una crítica a la kehila, era un repaso por todos los tropiezos y fracasos que había tenido tal o cual kehila durante todo ese año. Claro este, esto se encuentra en total concordancia con la sintonía del día de la fecha. Un día de Iom Kipur donde abrigados por nuestro talit, clamamos a D´s porque nos absuelva de nuestros errores. Y clamamos a nuestras conciencias para volver en teshuva, para volver en arrepentimiento.

En esta noche de Kol Nidrei me propondré a hablarles del valor de la kehila. No conozco ni las virtudes ni los defectos de esta, su comunidad. Pero quisiera compartir con ustedes algo de lo que yo he aprendido que significa vivir en comunidad.

Vivimos en una sociedad donde reina la indiferencia y la apatía. Conectados a través de cables y satélites podemos conectarnos con el otro polo del planeta en apenas unos instantes. Pero aún así estamos solos. Vivimos rodeados de grandes construcciones, en la calle nos cruzamos y tropezamos con centenas de personas a diario. Pero aún así hay momentos donde nos sentimos solos. Vivimos con otros mas no convivimos con el otro.

Vivimos en tiempos donde lo propio prima y desplaza lo colectivo. Hoy los grupos son tan solo suma de individualidades, no verdaderos grupos. Vivimos con miedo de encontrarnos con el otro, vivimos con miedo al otro. Pero esta idea de individuo tiene su origen en una de las reformas y movimientos intelectuales más grandes e importantes de nuestra historia.

La búsqueda de la individualidad, de poder ser uno frente a ser un rebaño como era la concepción en la edad media es un gran paso para la superación del hombre. La posibilidad de identificar a cada uno como un ser único es un concepto que la humanidad ha tardado siglos en concebir. El ser uno mismo propio generador de su existencia nos da una libertad de la cual muchas generaciones no gozaron. Nos da la posibilidad de elegir que camino de vida transitar, nos da la posibilidad de encontrarnos con el otro desde nuestra diferencia. Pero cuando los humanistas del siglo XVI comenzaron esta búsqueda del individuo nunca pensaron la realidad que nos toca vivir. Individuo no es individualismo. Individuo es singularidad. Yo frente a lo colectivo. Pero el YO dentro de un todo.

Pero nuestra Tora nos habla de otra cosa. Nuestros sabios nos enseñan a través de sus enseñanzas a vivir nuestra existencia de una forma diferente. Nuestros sabios nos hablan de nuestra singularidad, de un individuo, pero un individuo que vive su vida en comunidad. La comunidad y el hogar son los centros de nuestra existencia. Lo general no anula en la concepción judía a lo individual a lo que es cada uno en particular. En la tradición de Israel las particularidades suman a lo colectivo.

En el Talmud (Sanedrín 38a) nuestros sabios retomando de una Mishna de Sanedrín nos hablan de cómo D´s se diferencia del hombre ya que Él, y solo Él, puede acuñar con un mismo molde a cada hombre de manera única. Cuando los hombres acuñamos monedas con un molde todas ellas son iguales más el Eterno hace de cada uno de nosotros un ser único. Pero también en Pirkei Avot (2:4) Hilel el gran maestro del siglo primero de nuestra era nos dice: “no te separes de tu comunidad. No te sientas seguro de ti mismo hasta el día de tu muerte.” Hilel conocedor y constructor de la cosmovisión judía del hombre nos enseña que estamos comprometidos a vivir en comunidad.

El judaísmo se construyo en un desierto, en la inmensidad y soledad del desierto. En aquel lugar el pueblo de Israel comenzó a formar una comunidad. Primero fue el Mishkan, aquel campamento en el desierto donde se depositaban las tablas de la Ley y donde Moshe Rabienu se encontraba con la presencia del Eterno. Luego cuando fue conquistada la tierra de Israel Shlomo Hamelej, el rey Shlomo, construyó un santuario para D´s. Ahí nuestros antepasados tenían la obligación de congregarse tres veces al año para ofrecer un sacrificio a D´s. Pero el templo fue destruido… Nuestros antepasados exiliados a Babel sin la posibilidad de continuar su vida judía como hasta entonces, ya que no tenían templo para realizar los korbanot, sacrificios, revolucionaron la historia de la humanidad. Sin percatarse de lo que estaban haciendo nuestros maestros torcieron el curso de la historia. Concibieron que ya los lugares no eran lo sagrado, si no que nosotros santificamos el lugar. El tiempo y los hombres somos quienes santificamos la existencia. Estos primeros exiliados crearon la sinagoga. Construyeron los primeros Beit Hakneset, que como su palabra indica no son templos de oración sino casas de encuentro.

Una vez destruido el segundo Beit Hamikdash 600 años después de la primera destrucción, el pueblo judío hasta la actualidad construyó su historia en base a dos lugares. El hogar y la comunidad. Los hogares son el núcleo central y una suma de hogares conforman una kehila, una comunidad. Una suma de individuos encontrándose con el otro conforman una comunidad. En comunidad hemos aprendido a compartir alegrías, anhelos, dolores, frustraciones y sueños. Hemos crecido y hemos vivido en comunidad. El valor de lo comunitario muchas veces debilitado hoy, es el centro de la supervivencia judía por más de 2000 años en las diásporas.

La comunidad le da a quienes son parte de ella el sentido de pertenencia, el sentido de poder sentirse acompañados en todo momento. El talmud (Shevuot 39a) nos encomienda a hacernos responsables por el otro. “Kol Israel Arevim ze la ze” Todo judío es responsable uno por el otro. Somos responsables por lo que al otro le pasa, no podemos ser ajenos al sufrimiento del otro. Esta mitzva constituyó un pilar en años donde los judíos eran perseguidos y muchos vendidos como esclavos. En cada generación había hombres que se ocupaban especialmente de redimir a un hermano que había caído por guerras o pobreza en la esclavitud. La Tora nos repite en diversos momentos y ahora en una semana en la lectura de Sucot el valor que tienen los más desamparados en nuestras comunidades. La viuda, los huérfanos y los pobres, somos todos responsables por ellos. Hay un sentido de solidaridad que traspasa los estándares que hoy conocemos. El pueblo judío es una minoría pero se hace fuerte en comunidad.

Más allá de vivir en comunidad la tradición nos enseña a rezar en comunidad. A rezar con el otro y Iom kipur es un claro ejemplo de lo que significa este otro a la hora de rezar. Hace un rato entonamos el Kol Nidrei, una de las más hermosas y movilizantes declaraciones de la liturgia judía. Comenzamos esa Tefila invocando al Eterno y diciendo “anu matirin Leitpalel im habrianim” nos es licito rezar junto a los transgresores. Como enseña el Rabino Harold Kushner- una sinagoga que reciba solamente a santos, sería similar a un hospital que sólo atienda a gente sana. Aquí estamos todos, los que pecamos más los que pecamos menos. Los más justos los menos justos. Los más religiosos y los menos religiosos. Pero juntos nos unimos en comunidad para elevar nuestras plegarias a D´s. A propósito de esto quisiera compartir una reflexión de nuestros sabios. Hay una discusión entre dos grandes rabinos de la época de la Mishna donde uno asevera que uno no debe rezar junto a un transgresor ya que la shejina, la presencia Divina, se aleja de los malvados. Mas otro maestro le contesta que con más razón debemos sentarnos a rezar junto con un transgresor, para acercar a este a la Tora y a la Teshuva.

Ahora si volviendo a la Tefila y al sentido de rezar en comunidad. Nuestros sabios al componer la liturgia que hoy recitamos pocas veces antepusieron el “yo” a una Tefila. Pocas veces encontramos la palabra “mi D´s”. Nos enseñaron a rezar en comunidad. “Eloheinu Velohei Aboteinu” D´s nuestro y de nuestros padres. “Avinu Malkeinu” Nuestro Padre y nuestro Rey. Hablamos de D´s en plural. Nos dirigimos hacia D´s junto al otro, comprendiendo al otro en su diferencia, pero juntos intentamos rezar. La Tefila nos habla, la Tefila nos moldea. Y la Tefila nos dice que no estamos solos, somos parte de algo más. Somos parte de una kehila.

Yo provengo de una familia sefaradí y ashkenazí, de lo mejor de la comida “turca” y de los más hermosos rasgos de la cultura idishista. Una cultura ashkenazí que tiene una maravillosa cualidad, cuentan su historia a través de cuentos. Trasmiten su concepción del mundo a través de frases o historias jasidicas. Y hace unos años aprendí algo que me acompaña hasta hoy, simple pero profundamente significativo. Alguien me enseño primero en un idish que no comprendí y luego en un español que pude asimilar lo siguiente: 9 rabinos no hacen un minian pero 10 zapatero sí. El valor del minian en tan solo un par de palabras. El minian, ese quórum que necesitamos para diferentes momentos de la Tefila es un símbolo del sentido de comunidad. En un minian no hay mejores ni peores, ni sabios ni simples, somos todo parte de lo mismo. No importa nuestro conocimiento o nuestra observancia religiosa importa el otro. Lo que vale es el otro a la hora de intentar rezar. El minian no anula las individualidades las potencia. Nuestros sabios comprendieron que pare recitar “debarim midekedusha” para santificar a D´s debemos hacerlo en comunidad.

Hace unos minutos hable de la famosa máxima de Kol Israel Arevim Ze la Ze. Ahora permítanme compartir un midrash (Vaikra Rabah 4:6), una alegoría de nuestros sabios:

“Un grupo de personas estaba navegando en un barco. Uno de ellos toma un serrucho y comienza a serruchar el piso debajo suyo. Un compañero le dice: ¿Por qué estás haciendo esto? Y él le responde: ¿Por qué, a vos te molesta? No estoy cavando un agujero en tu lugar.”

El midrash nos cuenta lo que los hombres le responden a este pero creo que muchos se lo pueden imaginar. Nos lo podemos imaginar porque así es como estamos acostumbrados a vivir. Pensando en nosotros y en un pequeño pozo que pensamos que solo nos afecta a nosotros, pero sin darnos cuenta de que con ese agujero nos comenzamos a hundir todos. “Ojiaj Tojiaj et Hamiteja”, no se como traducir este versículo bíblico. Pero quizás a través de algunas palabras podamos todos comprender esta valiosa mitzva. Ojiaj Tojiaj et Hamiteja se nos comanda en la famosa parasha de Kedoshim. Una sección de la Tora que nos encomienda a ser santos. Esta mitzva en particular nos habla de nuestro rol para con el otro. Nos dice que debemos reprender a un hermano de nuestro pueblo si vemos que su conducta es errada. No debemos con ínfulas de superioridad criticar al otro cuando entendemos que se equivoca sino que debemos acercarnos con amor al prójimo y marcarle el error. Es una mitzva marcarle al otro cuando se equivoca. No podemos ser indiferentes cuando el otro se lastima con sus actitudes a si mismo. Somos parte de un todo. Debemos comprender en este día de Iom Kipur, hoy cuando las puertas del cielo se abren más que nunca para escuchar nuestra Tefila, el valor que tiene el otro. El lugar que ocupa el otro. Debemos elevar nuestras plegarias al Eterno, pero debemos elevar juntos nuestra voz.

Ashamnu, Bagadnu, Gazalnu... así comienza nuestro Vidui que recitamos varias veces a lo largo de todo Iom Kipur. El vidui es nuestra confesión, es el momento donde recordamos cada una de las transgresiones que hemos cometido. Pero la composición de este Vidui tiene algo particular, no esta escrito en primera persona. No dice yo mentí, yo robe, yo difame… no dice yo. Dice hemos. Dice que hemos errado, que hemos trasgredido los mandamientos, que hemos mentido, que hemos calumniado. El vidui esta en plural. A lo cual nuestros sabios se preguntan ¿Por qué debo confesarme por un error que no cometí? Cada generación de sabios dio cierta respuesta a este interrogante pero un sabio del siglo XX nos da una respuesta acorde a nuestros días. Abraham Ioshua Heschel, quien camino por las calles junto a Marthin Luther King reclamando derechos para los negros en Estados Unidos, nos dijo que en el mundo en el que vivimos no todos somos culpables pero si responsables. Nos enseñó que una sociedad globalizada no trae solo beneficios sino responsabilidades. Somos todos responsables. Hoy en Iom Kipur ante el tribunal celestial y ante nosotros mismos declaramos: somos responsables. Somos responsables uno con el otro y uno por el otro.

Las historias de nuestros sabios nos permiten comprender su visión de una vida judía vivida en comunidad. Se cuenta que el rabi naftali de Ropshitz en el seder de Pesaj, no llenaba la copa de Eliahu, como es costumbre. En vez de eso, cuando habrían la puerta para que entre el profeta, cada uno de los comensales vertía un poco de su vino en la copa vacía, mientras cantaban la melodía tradicional de Eliahu Hanaví. Cuando la copa, ahora llena, llegaba nuevamente a las manos de Rabi Naftali, él se ponía de pie y recitaba la máxima rabínica: “Israel no será redimida sino través del esfuerzo de todos sus miembros”. El pueblo de Israel y toda la humanidad se conforma por nuestras propias, singulares y únicas realidades. Singularidades que no deben perderse ante las modas y los estereotipos. Realidades que deben ser vividas, deben ser potenciadas y deben ser compartidas.

Hoy todos estamos presentes aquí. Toda una comunidad se acerca hasta esta u otras sinagogas. En este día de Kipur debemos acercarnos al otro, debemos mirar al otro y encontrar en el otro una parte propia. El otro me constituye como ser y el otro es constituido como una parte de nuestro ser. En este día debemos anular todos nuestros sentimientos vanidosos que no nos permiten acercarnos al otro. En este día que buscamos acercarnos a D´s, debemos primero acercarnos al otro, debemos constituirnos como comunidad para luego poder juntos acercarnos al Eterno.

Gmar Jatima Tova!