A raíz de lo que paso esta semana con la “flotilla” humanitaria salieron en medios comunitarios judíos y en los medios internacionales los más diversos informes. En general podemos situar y dividir los artículos o comentarios en dos secciones. Por un lado están los “progresistas” de siempre que intentan estar siempre a la vanguardia y ser los portadores de la crítica autentica y de los derechos humanos. Por otro lado están los “nacionalistas” que rozan con el fundamentalismo en su defensa a Israel recalcando una y otra vez las virtudes de ese joven Estado y que Israel solo busca defenderse.
Si revisamos los diarios tanto comunitarios como extra-comunitarios de los últimos tiempos siempre aparecen estas dos posiciones, cada vez más distanciadas una de la otra. Yo, creo que por definición, soy de centro. No porque (necesariamente) quiera serlo, sino por simple oposición a un extremo y al otro. Es una posición incómoda, porque al discutir con unos me tildan de zurdo y al discutir con otros soy un facho. A mi criterio defender cualquiera de las dos posiciones, de manera fundamentalista, es absurda y peligrosa.
Comienzo por mi izquierda. Hay ciertos grupos e “intelectuales” comunitarios que siempre tienden, quizás por demagogia o quizás por motivaciones reales, a ser críticos y a adoptar siempre la actitud más políticamente correcta. Quieren caer bien, hacerse los “abiertos”, los que tienen una gran auto-critica con el Estado de Israel más allá de su condición de judíos. Generalmente aquí se encuentran los rabinos progresistas, los intelectuales judíos universitarios o los movimientos juveniles de izquierda.
Prosigo por mi derecha. Nunca faltan los grupos o diversos individuos que no reparan en consideraciones y defienden de manera fundamentalista a Israel. No importa si Israel levantó un muro o si tiro una bomba atómica siempre van a encontrar alguna buena justificación para defender a Israel. Estas muchas veces tienen que cuidar más sus opiniones por no ser políticamente correctos. Generalmente aquí se encuentran a los más reaccionarios, a muchos dirigentes de las instituciones y a varios de los movimientos juveniles.
Seguramente no soy original en lo que propondré pero aun así lo hare. En un momento existieron los países no alineados, o quienes optaron por una tercer vía en materia de política económica. Creo que es necesario re-pensar nuestros discursos hacia e interior de la comunidad y hacia el exterior. No podemos simplemente criticar a Israel para “quedar bien” frente a todos, ni defender lo indefendible solo por el hecho de ser sionistas. El incidente de la “flotilla” fue un hecho lamentable. En primer lugar por la cantidad de muertos que hubo y en segundo lugar por la manipulación de la información y los discursos. Así como también por los disparates que se dijeron de un lado y del otro del espectro ideológico. Este incidente pasará a la memoria de muchos pero de tantos otros será olvidado en seis días cuando comience el mundial.
Ser judío siempre fue y será una situación conflictiva. Que sea conflictiva no significa que sea negativa. La tensión que genera el ser judío forjo nuestro carácter, nuestra identidad y nuestras particularidades. El Estado de Israel es una parte emblemática para cualquier judío desde hace 62 años, nadie puede negarlo, para bien o para mal existe un Estado judío que se llama Israel. No por ser judíos tenemos que ser los embajadores de Israel en la diáspora, pero quienes nos sentimos tocados por su realidad sentimos que debemos actuar frente a las calumnias que se alzan en su contra. No debemos defenestrar contra Israel para ser vistos como “abiertos” o progresistas ni debemos defender lo que no creemos moralmente correcto. Existe otra alternativa.
Hay que dejar las camisetas partidarias afuera y simplemente evaluar a conciencia cuando es momento de criticar y cuando es momento de defender. No por estar siempre de un lado significa que mañana tendré que estar en el mismo lugar. Israel no es un Estado terrorista, Israel está lejos de ser un estado genocida, pero Israel no es un Estado perfecto. Israel tiene fallas, el ejército de Israel comete errores (que causan muertes innecesarias) y los dirigentes se equivocan por acción o por omisión.
Soy sionista. El sionismo no pasa por defender de manera obcecada cada acción del ejército israelí. El sionismo no pasa por defender a toda costa sin juicio previo cada política de cada gobierno israelí. Ser sionista pasa por amor hacia una tierra, a la tierra de nuestro pueblo, a la tierra que mana leche y miel. No tomemos partido tan rápido, ser sionista no es tener puesto una remera de un equipo de futbol. No debe haber una hinchada sionista ni una tribuna sionista. El sionismo es un sentimiento fundamental pero no debe ser una actitud fundamentalista.
Soy crítico. El ser crítico no debe pasar por siempre estar criticando, por siempre decir lo que los otros quieren escuchar o lo que supongo yo que es progresista decir. Ser crítico es saber analizar la situación y saber en qué lugar uno está parado y hacia donde uno quiere ir. Ser crítico es saber mirar los diversos escenarios y sacar las propias conclusiones.
El estar en el “centro” siempre será difícil. Porque no se dice lo políticamente correcto o lo progresista, ni tampoco se tiene la simpatía de los reaccionarios de siempre. Estar en el centro representa la tensión básica del judío, esa tensión de no poder ser enmarcado en ningún parámetro determinado. En ser criticado por un lado y por el otro. Es la incertidumbre de no encontrar seguridad en ningún punto de apoyo.
Ser sionista y critico hoy tiene que ver con distinguir entre los anti-sionistas y los críticos a un gobierno. Entre los que niegan la existencia del Estado de Israel como Estado judío y los que simplemente les disgustan una política gubernamental o una acción militar. Ser sionista tiene que ver con saber distinguir entre antisemitas y anti sionistas. Ser sionista tiene que ver con saber defender cuando es necesario y saber criticar cuando la ocasión lo amerita.