Los jueves papa solía volver a casa enardecido por el fin de la semana de trabajo en el comercio, se quitaba el saco insultando a sus clientes denostando a la competencia a oídos del perchero. Entonces se aprestaba a cenar, y a presidir el tribunal semanal de la familia Halperin. El duro negocio de las telas trastornaba a papa y cada noche al llegar a casa, empapado de los sucesos del día, nos encontraba unidos a las fuerzas del mundo que le amargaban la vida. No bastaba con su destino, ser un comerciante judío en los años treinta en Polonia. No bastaba con su conciencia, que lo obligaba a conducirse correctamente en un mundo torcido. Ahí estábamos también nosotros. Noche a noche mamá le detallaba nuestras faltas, y él absorbía sus palabras silenciosamente, con una especie de fraguada paciencia. Los jueves a la noche estaban destinados a la compensación, al castigo.
Los jueves a la noche, papá se sentaba festivamente a la gran mesa del comedor y establecía allí su tribunal. Exigía que la mesa se cubra con mantel blanco. Mamá le traía la biblia, el código de comercio y otro libro grande y amarillento, con las puntas forradas en cuero. Ella hacía las veces de fiscal y testigo, aunque si el tono del juicio se tornaba severo, inmediatamente tomaba el rol del defensor. Introducía la cena en medio de los trámites del juicio, pero papá, sometiéndose a ella y deshaciéndose de su influjo a la vez, dirigía el tribunal con todo rigor, sin dejarse tentar por los manjares.
El procedimiento era sencillo. Papá buceaba en su memoria y extraía alguno de los pecados presentados en el transcurso de la semana, mientras él está totalmente absorbido por las tardanzas en el abastecimiento del negocio, o por algún competidor que planeaba robarle algún cliente bajo sus narices. Con voz clara detallaba largamente lo acontecido, tal como se la había informado, sorprendiéndonos una vez más con la fidelidad de su oído, oculta tras su rostro adusto, cansado, aburrido. Una vez finalizada la lectura de la acusación, se le pedía a mamá que corroborara lo dicho con un movimiento de cabeza o con un suspiro, y el acusado era invitado a presentar los argumentos en su defensa. (Postal de Waldze de Amir Gutfreund)
Si pasaron 5771 de la creación eso significa que estamos en el juicio número 5770 del ser humano. Ahora es el momento de que cada uno haga su propia cuenta, es sencilla. Resten a su edad un Rosh Hashana, y eso les va a dar la cantidad de veces que fueron llamados al juicio. Sean todos bienvenidos a un nuevo juicio. Ahora si yo les preguntase ¿Cómo les fue en los juicios anteriores? Muchos me van a mirar con cara de sorprendidos sin entender mucho lo que está pasando. Si les pregunto ¿Por qué fueron llamados a juicio? Cada uno mirará al de al lado sin comprender mucho la pregunta. No me atrevo ni a preguntar ¿Quién fue el juez, quienes fueron los testigos, etc.? Seguramente a esa altura ya estarán sospechando que padezco de algún tipo de locura transitoria o permanente.
Creo que todo esto, el cuento, y esta introducción merece una explicación. Rosh Hashana, para la tradición de Israel, no es un simple cambio en las agendas un simple año nuevo. No lo celebramos con fuegos artificiales o grandes espectáculos. Lo festejamos todos en un juicio. Rosh Hashana es el día en que la existencia, los seres humanos, somos llamados a rendir cuentas. Es un juicio diferente al que quizás muchos de nosotros vivimos alguna vez o lo vimos en una película. Aquí no vemos al juez, no sabemos exactamente cuáles son nuestras imputaciones y por un tiempo largo no conocemos cual será nuestro veredicto. Pero aquí estamos en un nuevo Rosh Hashana, compartiendo en comunidad un nuevo juicio.
Me parece que todavía esta explicación necesita una nueva explicación. Según la tradición de Israel en cuatro momentos del año el mundo es juzgado. En Pesaj, por ejemplo, se determina como serán las cosechas, en Shavuot como crecerán los arboles, en Sucot como serán las lluvias, y en Rosh Hashana cuál será el destino del hombre. Por eso les digo que este es el Iom Hadin, el día del juicio.
Está primera noche de Rosh Hashana quiero proponerles pensar acerca de este juicio. La primer pregunta que me surge es ¿Cómo es el juicio? Y la Mishna (Rosh Hashana 1:2) nos da una respuesta. Allí se cuenta: כל באי עולם עוברין לפניו כבני מרון,, todos los seres humanos pasan delante de Él como un rebaño. En el día de hoy todos pasamos frente al Creador como un rebaño. Según nos relata el Talmud, comentando este hecho, D´s hace de pastor e invita a pasar a cada uno de los miembros de su rebaño por una pequeña puerta, donde no entran dos a la par sino uno a uno van pasando.
Esta noche cada uno de nosotros individualmente vamos pasando delante de D´s. En este juicio nos encontramos solos delante del Eterno. Como parte de Su creación nos paramos ante Él en este nuevo Rosh Hashana para rendir cuentas por nuestros actos. Nos paramos ante Él esperando un juicio favorable. Pero lo más importantes, en este juicio estamos solos. Si miramos a nuestros costados veremos a mucha gente, a muchos de nuestros amigos y familiares. Con ellos compartimos la Tefila y seguramente en unos minutos compartiremos una cena de Rosh Hashana; pero en el juicio nos encontramos solos frente a D´s.
En este día, Iom Hadin, las modas, las tendencias, lo que otros opinen, lo que otros hagan o lo que otros piensen no es relevante. En este día cada uno de nosotros debe valerse por uno mismo. Este es el día para preguntarnos ¿Quiénes somos? Es un día donde no podemos definirnos por el otro, como parecido a ese o en contraposición a aquel otro. En este día debemos bucear en nuestro interior y preguntarnos ¿Mi Ani? ¿Quién soy?
En este día del juicio somos como “Kbnei Marom”, como ovejas que pasamos cada uno delante de D´s. La unicidad es la palabra del día. Cada uno de nosotros, hoy, más que nunca, es un ser único frente al Creador. Es un día que en el cual nos preguntamos: Ma jovati beolamo? ¿Cuál es mi función en el mundo? Donde estoy y hacia adonde quiero ir. Es el día de las preguntas. Es un día en que somos juzgados y a la vez nosotros nos juzgamos.
En este día, rememorando la creación del primer hombre, Adam, nos volvemos a concretar con su ser y su realidad. Pensamos en Adam en el momento de su creación en aquel sexto día de la creación cuando se encontraba solo en el universo. Solo en la infinitud de la tierra. Solo entre las miles de especies que habitaban sobre la tierra. Solo entre los miles de aromas que emanaban de cada flor y de cada pétalo. Solo ante la inmensidad de la creación. Todo era múltiple, todo era diverso, pero él se encontraba solo. Ni siquiera Java había sido creada. Pero como enseñan nuestros sabios, todo ese mundo hubiese sido creado por un solo hombre. Todo el mundo hubiese sido creado para Adam.
Bishbili nibra Haolam, por mí el mundo fue creado, reza un famoso pasaje del Talmud. La inmensidad de la existencia fue creada para cada uno de nosotros. La existencia vale por una sola persona, por una sola persona que se dé cuenta de su lugar en el mundo. El hombre debe darse cuenta de su potencial. Cada uno de nosotros debemos percatarnos y asumir con amor, y como un desafío, la idea de comprender que por cada uno de nosotros el mundo fue creado.
Por todo esto somos llamados individualmente en el juicio ante el Creador. En este Rosh Hashana debemos intentar, una vez más, encontrarnos a nosotros mismos. Mirarnos como si nos estuviésemos viendo en un espejo infinito donde solo se refleja nuestra imagen. ¿Qué es lo que esa imagen me dice? ¿Cómo me veo frente a mi mismo? Como enseña un famoso cuento jasidico. Cuando Rabi Susyia ascendió a los cielos, enseñan nuestros maestros, no le preguntaron por qué no fue como Moshe, le preguntaron por qué no fue Rabi Susyia.
Pero volviendo al Talmud, y a como se nos relata allí el juicio de Rosh Hashana, se nos dice algo más. Todos pasamos Kibnei Marom, como un rebaño, uno a uno delante de D´s; pero a su vez D´s nos evalua Veskirat Ejad, con una sola mirada. Cada uno de nosotros es juzgado individualmente, de a uno a la vez, pero todos somos juzgados con “una sola y única mirada”. Al parecer acá nos encontramos con una contradicción. Cómo puede ser que D´s nos evalué en nuestra particularidad pero de manera general. Por generaciones nuestros maestros trataron de resolver esta aparente contradicción o esta ambivalencia en el texto talmúdico.
Uno de nuestros maestros dio con una respuesta que me parece muy acertada en cuanto a este relato. El nos dice que veSkirat Ejad, con una sola mirada se refiere a como D´s evalúa nuestros propios actos reflejados en el resto. Como nuestra particularidad repercute, para bien o para mal en los otros. Son como dos etapas del juicio. La primera, en la que somos evaluados por nuestras acciones, nuestros yerros y nuestros aciertos. La segunda, en cómo cada uno de nuestras acciones afectaron a los otros y al mundo, al conjunto, a la unidad.
Al parecer, así es el juicio, o así es como lo imaginaron con profunda devoción nuestros maestros. Un juicio que nos evalúa como seres únicos, pero como seres humanos que vivimos con el otro. Como judíos por nuestras propias realidades, pero como comunidad por nuestro deber hacia el otro. En este juicio D´s es el juez, y sus Ángeles los que le dictan los desaciertos y los logros de cada uno de nosotros durante el año que pasó. Cuenta nuestra tradición que D´s tiene frente a sí en este día del juicio tres libros. El primero el libro de los Reshaim, el libro de los malvados. Luego está el libro de los Tzadikim, el libro de los justos. Pero hay un tercero, que es donde nuestros maestros dicen que se encuentra la gran mayoría de la humanidad, en el libro de los beinonim, el libro de los intermedios.
¿Por qué el libro de los intermedios? Porque así es la naturaleza del hombre. El hombre vive su vida entre extremos, y sabe que en la mayoría de los casos el siempre estará en el centro. El centro como camino y como destino. El centro que me permite balancearme entre mis costados, conocer que hay para cada lado y volver al camino. Somos eso, equilibrio y mayoría. No hay absolutos ni debería haber extremos cuando hablamos de nuestras vidas. Todos cometemos errores, todos pecamos, todos fuimos indulgentes; pero también, todos amamos, todos aprendimos, todos soñamos. Lo más importante es hacia donde se inclina nuestra balanza personal. No debemos ser demasiado exigentes con nosotros mismos y castigarnos por cada una de nuestras faltas. Pero tampoco debemos ser tan laxos de olvidar de juzgarnos a nosotros mismos e intentar torcer la balanza para el bien, el amor, la Tora, D´s, el prójimo, la ética.
Hoy hablamos sobre el juicio, el juicio Divino en este día de Ros Hashana. Pero para concluir quiero traer una enseñanza de nuestros grandes maestros. Ellos nos enseñan: Im iesh din lemata, ein din lemala. – Si hay juicio abajo, no hay juicio arriba - . Así es como funciona el juicio del hombre. No con uno sino con dos juicios. El primero, y quizás el más importante, es el juicio que me prepara a mi para el juicio de Rosh Hashana. Es el juicio que cada uno es su propio juez, fiscal y abogado defensor. Es el juicio más complicado de todos, es el juicio donde debemos ser nosotros mismos quienes evaluemos nuestros actos en el año que finaliza. Es el juicio donde debemos acusarnos a nosotros mismos por los daños que le hemos cometido a otros e intentar repararlos. Es el juicio donde debemos reflexionar por nosotros mismos sobre nuestro andar para así evitar el juicio divino. No debemos esperar al juicio Divino y su decisión, somos nosotros los responsables y quienes podemos torcer el veredicto. Pero, y esto es lo más difícil, no depende de nadie más que de nosotros. Si hay juicio en la tierra, no hay juicio en los cielos.
Iehi Razton milefaneja, Sea tu Voluntad, Adonai Eloienu veloehi Aboteinu, D´s nuestro y de nuestros padres, que tengamos la fuerza pare enfrentarnos en el juicio de cada día.
Le Shana Tova Tijatebu veTejatemu. Por un año bueno en el cual seamos inscriptos y rubricados en el libro de la Vida, de la felicidad y del amor.
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