El Sefer Hajinuj enumera 79 mitzvot en las parashot que la tradición nos ordena leer esta semana; una gran cantidad para tan escasos capítulos. Al leerlas y estudiarlas nos enfrentamos a una compleja realidad. Las prescripciones de la Tora son tan lejanas, en algunos casos, y tan cercanas en otros. Las disposiciones de cómo el Kohen Hagadol debía expiar los pecados del pueblo de Israel no son siquiera concebibles en nuestros días. Pero a la vez las máximas de comportamiento social enumeradas a continuación de la parasha son tan presentes en nuestros días como hace 3000 años. Al parecer las costumbres y ritos pueden variar pero su contenido parece casi inmutable.
Pasemos ahora a estudiar y analizar un poco más en profundidad los versículos que vamos a leer este Shabat. Los versículos prescriptos para ser leídos este año son, quizás, el corazón de la Tora. Su eje cardinal. Pongámonos en contexto. Desde hace semanas y por las próximas semanas estaremos leyendo decenas de prescripciones para los Kohanim y en particular la realización de los korbanot. Dentro de ese mar de prescripciones totalmente ajenas a nuestro mundo encontramos algunos de los pasajes más trascendentes de nuestra tradición.
“Et mishpatai Taasu veet jukotai tishmereu lalejet bahem”, Cumplirás Mis preceptos y Mis leyes, para andar en ellos. (18:4) este extracto de uno de los primeros psukim que leeremos es quizás la presentación y la síntesis más sublime de los próximos versículos. El eje de esta parasha es la consagración del pueblo de Israel como un pueblo santo “Kedoshim Tiu ki Kadosh ani Adonai Eloeijem”, Santos serán porque Yo Adonai Soy Santo” (19:1) continua en uno de nuestros próximos psukim sentenciando la Tora. Las prescripciones que leeremos tienen como objetivo explicito, según lo explica Rashi (20:25), distinguirnos de entre las naciones que habitan nuestro mundo. Pero ¿Qué significa distinguirnos? ¿Por qué debemos ser diferentes?
Todos los intentos de explicación a estas preguntas deben ser abordadas comprendiendo la teología bíblica. Cuando en muchos pasajes de la Tora D´s se presenta ante Su pueblo como aquel que lo sacó de la tierra de mitzraim, explica Rashi, que así enfatiza ya que Egipto encarna la maldad y la perversión. D´s eligió al pueblo de Israel y el pueblo de Israel eligió a D´s. Y este pueblo elegido, o este pueblo que eligió, debe estar a la altura de las circunstancias. Debe ser un reflejo de D´s en la tierra. Debe ser el transmisor de Su palabra en este mundo. ¿Cómo? Empezando en primer término por su propia santidad; ocupándose de ser ellos mismos dignos de ser llamados “santos”.
El gran porcentaje de la Tora fue relatada primero a Moshe y luego él se la enseñó al pueblo de Israel, pero no así esta parasha. La parasha Kedoshim fue enseñada a todo Israel al mismo tiempo ya que contiene los máximos estándares de nuestro pueblo que debían ser comprendidos por todos a la par. Algunos de los psukim suenan y resuenan en nuestras mentes por lo cercanos que son a nosotros. Desde la simpleza de no maldecir a un sordo o no poner obstáculos delante de un ciego; pasando por la prohibición de quedarnos quietos ante la sangre de nuestro prójimo y concluyendo con que la justicia no ha de ser corrompida bajo ninguna regla; son algunas de las enseñanzas de la Tora en esta parasha.
Rashi nos enseña algo hermoso. ¿Por qué leemos juntas las prohibiciones de robar, de negar falsamente, de mentir y de jurar en falso? Porque según relatan nuestros sabios, sí uno roba seguramente tenga que negar algo, si niega algo su próximo paso es mentir y sí ya mintió es muy posible que jure en falso. Al parecer las transgresiones son una cadena y tal vez sea muy difícil una vez que comenzamos poder escaparnos de ellas. Por eso quizás las transgresiones más “superfluas” que realizamos pueden con el tiempo llevarnos a límites que en un comienzo ni siquiera sospechábamos.
No podemos en esta oportunidad dejar de advertir lo que una vez Rabi Akiva dijo. En esta parasha se encuentra “Ha Klal gadol BaTora”, la regla más grande de la Tora.“Vehabta lereaja Camoja”, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Quizás junto al Shema Israel los dos psukim más conocidos de la Tora. Pero ¿Qué significa verdaderamente amar al prójimo? ¿Cualquiera es un prójimo? Sobre esta cuestión los, exegetas, han discutido largamente. Ibn Ezra aduce que todos son nuestros prójimos menos los malvados. Otros y siguiendo la cronología del texto entienden que prójimo solo se refiere a otro judío. Hoy para nosotros ¿Quién es el prójimo? ¿De que manera debemos amarlo?
Concluyendo con esta invitación a estudiar y a analizar nuestra parasha quisiera concluir con uno de los psukim finales de nuestra parasha. La Tora sentencia todas estas mitzvot diciendo “Shelo lalejet beJukot haGoim”, para que no andes en las leyes de los pueblos. A mi entender, con mi lectura actual de este texto, no puedo comprenderlo como que nuestro pueblo esta condenado a vivir separado del resto de las naciones. Más bien como una invitación a la santidad. Una invitación, a través de las mitzvot, a elevarnos sobre la vanidad y lo pashut (simple). Las mitzvot no tienen como objetivo separarnos del mundo en el cual vivimos, si no, más bien, permitirnos vivir en este mundo adoptando lo bueno de él y permitiéndonos recubrirnos de todo lo que impurifica nuestras vidas.
Adonai Sfatai tiftaj, ufi iagid teilateja – D´s, abre mis labios para que mi boca relate Tu Alabanza
Balak, rey de moab, tenía miedo del pueblo de Israel por todas las victorias militares que había conseguido el pueblo tal como se relatan en la Parashat Jukat. Manda a llamar a Bilam ben Peor para que maldiga a este pueblo (porque aquel que tu bendices, bendito es, y aquel que tu maldices, maldito es. Bamidbar 22:6). Al parecer Bilam consulta con D´s que debe hacer, y D´s le dice que no puede maldecir al pueblo de Israel ya que bendito es. Finalmente Bilam es convencido por los emisarios de Balak de ir junto a ellos, pero D´s le advierte que vaya mas solo podrá decir lo que Él le ordene decir. Bilam, ahora junto a Balak, le ordena que prepare siete altares y allí ofrecen sacrificios, luego Bilam escucha nuevamente la palabra del Eterno y se la trasmite a Balak. Balak se enoja porque en vez de maldecir a Israel Bilam “los ha llenado de bendiciones” (23:11). Bilam volvió a insistir que solo lo que el D´s le diga, él podrá decir. Balak, ofuscado, le dice que quizás desde otro lugar, desde otro monte va a poder maldecir al pueblo. Bilam lo acompaña. Pero lo mismo volvió a ocurrir en este segundo sitio. Bilam solo bendecía. Obtuso seguía Balak que le pide a Bilam que desde otro monte intente maldecir nuevamente al pueblo de Israel. Y esta vez Bilam no consulta con D´s sino que ve pasar al pueblo de Israel y al mirarlos dice: Cuan hermosas son tus tiendas, oh Iaakov, y tus moradas, oh Israel (Ma Tovu Oaleja Iaakov, Mishkenoteja Israel. 24:5). Balak se dio por vencido, envió a su casa a Bilam y el pueblo de Israel siguió su camino.
De manera resumida esto es lo que ocurre en nuestra parasha. A diferencia de las secciones anteriores donde no había un solo tema, sino que se mezclaban conflictos, con quejas y discusiones entre el pueblo de Israel, Moshe y D´s, esta parasha tiene un solo leit motive. Quizás haga falta una parasha entera para enseñarnos un solo mensaje.
Esta parasha nos habla sobre la palabra y los profetas. Sobre maldiciones y bendiciones. Balak, rey de Moab, se da cuenta que no puede vencer al pueblo de Israel en el campo de batalla, ya que ve que sus vecinos han acabado en una derrota. Intenta derrotar al pueblo de Israel en su propio terreno, en el terreno espiritual, en el terreno Divino. Busca en Bilam el opuesto de Moshe. Bilam tenía como capacidad especial el poder del habla, mientras que Moshe, como todos sabemos, tenía dificultades en el habla (algunos exegetas dicen que era tartamudo). Pero es a través de la palabra que Balak quiere derrotar al pueblo de Israel. Pero en este terreno también pierde. Porque al parecer la palabra no es libre. La palabra no es libre de la voluntad Divina.
Bilam, el centro de esta parasha, es un profeta. El don de los profetas es la palabra. Etimológicamente profeta es “quien habla en nombre de”, o “quien dice con anticipo”. Estas dos acepciones son aplicables a los neviim (profetas) que aparecen a lo largo del Tanaj. Es importante marcar alguna de las características de este profeta. Bilam es según la tradición de Israel (Talmud. Baba Batra 15b) uno de los siete profetas que no pertenecen al pueblo de Israel. Al parecer Bilam se comporta honradamente en nuestra parasha pero aún así los sabios talmúdicos son muy duros con Bilam y con su decisión de acompañar a Balak. Con gran respeto a nuestros sabios, yo creo, con respecto a esta parasha que Bilam se comportó correctamente y demostró ser un profeta con todas las letras.
Hay otra característica que me llama la atención de Bilam, es un profeta pero no lo sabe todo. Demuestra que los profetas no deben saberlo todo. “Jatati Ki Lo Iadati”, peque porque no sabía dice Bilam. Y como enseña el Rab Gustavo Suraski: Sólo el hombre torpe puede creer que no saber es un pecado; el hombre sabio cuando reconoce su ignorancia y la verbaliza, toma consciencia de su finitud y reconoce la existencia de D´s. Bilam nos enseña que la ignorancia no es un pecado, pero que la tergiversación de la palabra e ir en contra de la voluntad Divina sí lo es. Bilam nos enseña que es mejor callar que inventar. Así enseñan nuestros maestros “Lamed Leshonja Lomar Eini Iodea, Shema Titbade VeTeajez”. “Enséñale a tu lengua a decir ‘No sé’, no sea que seas presa de tu engaño” (Talmud Berajot 4a). Muchas veces por arrogancia o por vergüenza de nuestra ignorancia inventamos lo que no sabemos, buscamos respuestas que no nos convencen para convencer a otros. La tradición de Israel nos comanda a aprender a decir “no sé”.A saber que no hay respuestas para todo, en todo momento y en todo lugar. Que a veces mejor es callar que hablar. Como se dijo cierta vez: solo habla cuando sepas que lo que vas a decir es mejor que el silencio.
Quiero remarcar la última característica de Bilam como profeta, y de los profetas en general. La palabra de D´s no se negocia. No podemos, o mejor dicho, no deberíamos tratar de ir en contra de la voluntad Divina. Balak le tardo tres oportunidades, tres bendiciones hacia el pueblo de Israel, para que se diera cuenta cual era la voluntad Divina. La tradición bíblica y rabínica intentó en reiteradas oportunidades aclararnos la diferencia entre un verdadero profeta y un falso profeta. El falso profeta era aquel que decía que la derecha era la izquierda, y la izquierda la derecha, el que agregaba o abolía algo de la Ley Divina, aquel que no advertía la palabra del Eterno sino que hablaba por los propios intereses. Aquel que utilizaba su don de la palabra para el negocio, aquel que se vendía al mejor postor, aquel que decía lo que los otros querían escuchar. El verdadero profeta eran aquellos, como Bilam, que solo obedecían lo que D´s le decía. Aquellos que remaban contra la corriente, aquellos que eran acusados pero que aun así mantenían en pie sus palabras. Aquellos que no dejaban que sus palabras se las lleve el viento.
La tradición judía no cree en los oráculos, la palabra del profeta no está predeterminada a cumplirse, la posibilidad de cambio siempre está presente. Los profetas solo son intermediarios de la palabra de D´s. Los profetas buscan que sus palabras no sean cumplidas. Así lo quiere Iona cuando intenta que Nínive cambie para que D´s no destruya la ciudad, o así lo quiere Irmiahu, que el pueblo de Israel recapacite para que Ierushalaim no sea destruida. Con Malají se terminaron los profetas. Ahora quedamos los hombres frente a D´s. Ahora estamos nosotros frente a la Tora y sus setenta significados buscando descifrar que es lo que D´s busca de Su pueblo, y de cada uno de nosotros en forma particular.
Quiera D´s que nuestras palabras digan siempre lo que nuestra conciencia nos mande y que nuestras palabras intenten emular la palabra de D´s.
Quiera D´s que aprendamos de nuestros profetas el valor de la palabra, a no vendernos por razones mezquinas.
Quiera D´s que nuestras palabras puedan ser consecuentes con nuestras acciones.
Hay algo que me hace ruido. Estas dos parshot que nos toca leer esta semana hacen un corte con la narrativa histórica de la Tora. En la parasha anterior murieron los dos hijos de Aharon y recien la próxima semana leeremos “Ajarei mot”, que narra que sucede después de la muerte de ambos kohanim. ¿Qué quiere decir esto? La verdad no se. Pero se me ocurren algunas ideas. Para los que me conocen saben que amo la Tora y amo su estudio. Tengo muchas incertidumbres sobre la Tora y su Divinidad pero tengo una certeza y que quiero compartir con ustedes. Tengo la certeza de que cada pasuk de la Tora me habla. Les habla y nos habla. Le habla a cada judío y a cada uno que quiera escucharla . Hoy o hace 3000 años. La Tora nos habla y, creo yo, debemos conversar.
Esta semana como todas las semanas la Tora vuelve a hablarnos. Y en mi dialogo encontré tal vez una de las respuestas de porque estas dos parashot Tazria-Metzora se encuentran interrumpiendo el relato. Rabi Simlai me dio algunas ideas. Estas dos parashot hablan sobre el hombre, los estados de pureza y de impureza. Las últimas parashot nos relataron detalladamente los animales puros y los impuros. Ahora le toca al hombre. Tal como en la creación el hombre fue creado después de todos los animales con respecto a sus leyes de pureza también la Tora mantiene este orden.
Pero ¿Por qué digo que la Tora me habla esta semana en particular? Porque este shabat en medio de dos conmemoraciones, quien ocupa el lugar central es el hombre. La parasha Metzora y todas las impurezas que allí se describen ha sido analizada por muchos exegetas como consecuencias del “Motzi Shem Ra” o “Lashon haRa” (Hablar mal, habladurías, etc.). El daño que produce el hombre con su palabra. Pero el hombre no solo causa daño con la palabra, si no también, muchas veces con la acción. El último lunes comenzamos a recordar y a honrar a los seis millones de judíos muertos por el hombre. Y quizás como me enseñaron una vez lo más terrible de la Shoa fue que fue el propio hombre quien la produjo, no un loco, un hombre. Teológicamente podemos discutir mucho sobre la cuestión de donde estaba D´s en la Shoa, pero como humanos, incapaces en muchos momentos de entender Su accionar debemos preguntarnos ¿Dónde estaba el hombre?.
¿Que fue del hombre en la Shoa? Para muchos autores del siglo XX la Shoa marca un quiebre en la idea de la evolución y el progreso. Luego de ver hasta donde podía llegar el hombre con su poder destructivo y como afloraba de él sus instintos más primitivos la Shoa marcó el fin de una idea de progreso. ¿Cómo un grupo de seres humanos pueden llevar a cabo una matanza semejante? ¿Cómo el mundo pudo permitir esta tragedia? ¿Cómo quienes tenían que hablar callaron? ¿Y como fue que solo, al comienzo, con la palabra, se pudo llegar a estos limites? Porque tal como aduce la Tora las peores impurezas, maldades, de los hombres surgen de la boca, de nuestros propios labios. Tosafot a Baba Kama establece que la pena por “motzi shem ra” es 50 veces más grande que el menor de los crímenes allí enumerados que es robar.
Hace una semana Osi, una madrija, nos dio una capacitación a nosotros, madrijim, sobre Iom Hashoa. Y uno de los puntos que más remarco era el poder que tienen los hombres sobre los otros hombres, usando la palabra como medio. Hitler, borrado sea su nombre, comenzó su maquinaria de muerte con la palabra. Toda agresión y violencia física empieza con una palabra. La deshumanización de nuestros hermanos en Europa no empezó directamente con las cámaras de gas. Si no que empezó con la palabra. Con carteles que los humillaban, con gritos en la calle, con discursos que ponían a los judíos como la escoria y los culpables de todos los males de Alemania. Cuan difícil es pensar que la muerte de seis millones de judíos comenzó tan solo con palabras.
Nuestra parasha nos habla del hombre, de sus purezas y de sus impurezas. Como dijo Hanna Arednt en una presentación “se puede saber donde comienzan las acciones de los hombres pero no donde terminan”. La Shoa, y su horror, son muestra de las consecuencias que nosotros humanos no podemos medir de nuestras acciones. De cómo de la pureza de Europa, de la nación mas culta y desarrollada de Europa puedo surgir las mas grande de las enfermedades, de las impurezas, la maquinaria de la muerte.
Pero la tradición de Israel que se renueva constantemente entendió esta naturaleza del hombre. Del poder que tiene el hombre para crear y para destruir. E inmortalizada en la historia de Raban Gamliel que le encomendó a un alumno comprar lo mejor y lo peor del mercado, y esto le trajó una lengua, nuestra tradición entendió al hombre. El ser humano encierra lo más supremo de la creación como lo miserable de la misma. Y como dije la sabiduría de nuestra tradición que se renueva a si misma lo comprendió.
El siglo XX fue testigo de los dos sucesos mas significativos de la historia moderna y quizás de los últimos 2000 años del pueblo de Israel. El lunes conmemoramos Iom Hashoa, recordando la valentía de quienes dentro del horror pudieron alzarse en armas para honrar sus vidas. Y tan solo una semana después celebramos, con alegría, Iom Hatzmaut. Dentro de un periodo de duelo como son los días del Omer, la Halaja, nos obliga a celebrar en Iom Hatzmaut. La halaja nos obliga a celebrar el otro lado del hombre.
En Iom Hashoa recordamos un extremo del hombre, su capacidad de odio y su poder de destrucción; pero en Iom Hatzmaut celebramos nuestra similitud con D´s, la capacidad del hombre de crear y de dar vida. El pueblo judío dio a luz hace 61 años la esperanza de 2000 años, como dice el Hatikva, de ser un pueblo libre en nuestra tierra. El hombre comparte con D´s, según algunos exegetas, esa posibilidad única de dar vida, de crear, de materializar un sueño.
Hace casi 130 años atrás la idea de la creación de un Estado Judío no estaba en los planes y concepciones de nadie. Incluso Herzl en su diario íntimo escribe que no se atrevió a decir que en Basilea, donde se realizó el primer congreso sionista en 1897, él había sentado las bases de un estado judío porque lo hubiesen tratado de loco. El sueño de poder tener nuestra propia tierra comenzó con unas palabras que pronunciamos cada año en el seder de Pesaj “Le Shana Haba beIerushalaim”, el año próximo en jerusalem. Pero comenzó a tomar vida con las acciones de solo 14 jóvenes, provenientes de Rusia, que decidieron comenzar a secar pantanos en esa tierra olvidada de Palestina. Después de casi 70 años de que los primeros jalutzim, pioneros, arribasen a las tierras de Israel se declaró el estado judío. Luego de 2000 años despertamos de un sueño y tuvimos nuestro Estado. Este martes, 5 de Iyar, por la noche celebraremos el 61 aniversario del establecimiento del estado de Israel. Celebraremos como nos propone la tradición de Israel, el lugar que le es propio al hombre en este mundo, el lugar que debe ocupar. Celebraremos el poder del hombre de dar vida y de crear nuevos mundos.
Contextualicemos esta parasha dentro del marco de la Tora. Am Israel se encuentra en el desierto, unos dos años después de la salida de mitzraim. Allá, lejos en el tiempo, quedaron las historias de nuestros patriarcas, de sus travesías, de la esclavitud en Egipto, de la revelación de D´s en el monte Sinaí, de las rigurosas leyes para el sacerdocio, y tantas otras cosas más. Am Israel comenzó su travesía por el desierto, pero vale la pena remarcar que a diferencia de cualquier viaje, este viaje no tenía destino salvo el desierto. El pueblo de Israel vagaba sin rumbo, aun teniendo su destino muy cerca. La tierra de Israel, en la que manaba leche y miel, estaba tan solo a unos cuantos kilómetros, quizás a unas pocas semanas de viaje a pie. Pero el Eterno había decretado que todos aquellos de más de veinte años que habían salido de la tierra de Egipto debía perecer en el desierto, por lo cual Israel debió vagar cuarenta años para que todos aquellos mueran y una nueva generación, nacida en la libertad del desierto, pueda ingresar a la tierra prometida.
Toda esta introducción es necesaria pero no suficiente. ¿Por qué D´s dispuso que Israel tuviera que vagar por el desierto, y finalmente perecer? Por el episodio de eguel hazaab (el becerro de oro. Shemot 32). El pueblo de Israel semanas después de haber presenciado la magnanimidad del Eterno cometió el pecado que le costó la vida y marcó el rumbo de su historia. Moshe había ascendido a la cima del monte para recibir la Tora que D´s mismo había expuesto a todo el pueblo de Israel. Al parecer en aquel entonces “a las palabras se las llevaba el viento” como hoy por lo cual tuvo que subir Moshe a recibir por escrito las Tablas. Pero bueno, volvamos al asunto. El pueblo de Israel se impacientó porque Moshe no volvía en el tiempo previsto y resolvió el asunto creando un becerro de oro. Contradiciendo varios de los mandamientos escuchados hace tan solo 40 días. Construyeron una imagen de un D´s, que no es el D´s de Israel que los sacó de la tierra de mitzraim. Por este motivo el pueblo de Israel, que la Tora lo describe como Kshe Oref (Duro de cerviz, o en criollo “cabeza dura”) es obligado a morir en la inmensidad del desierto.
¿Por qué traigo este relato ahora? Esta parasha (Bamidbar 19:1) comienza con una ley extraña como pocas, la ley de Para Aduma – la vaca roja –. Un sacerdote debía tomar una vaca roja, sin ningún defecto, y llevarla a las afueras del campamento para degollarla, quemarla y luego con su sangre rociar siete veces el Ohel Moed (la Tienda de la Cita). Todo este procedimiento extraño a nuestros ojos, y creo yo, a los ojos de cualquiera tiene un agregado más. La Tora no especifica el por qué de esta ley o el objetivo. Por el contexto se intuye que tiene que ver con una forma muy específica de purificación por el contacto con algún muerto.
Creo que sigo sin responder la pregunta de qué tiene que ver todo esto con el becerro de oro. Rashí citando a Rabi Moshe haDarshan nos da algunas ideas. Al parecer estos sabios establecen una relación, por ciertos paralelismos entre la Para Aduma y el eguel hazaab. Quizas este hecho represente una expiación del pueblo de Israel por el pecado del becerro de oro. Rashí agarra cada una de las partes de los diferentes versículos y comienza a hacer un correlato entre ambos episodios. Es bastante convincente. No nos vamos a detener a explicar cada uno de ideas pero algunas son interesantes para resaltar. Por ejemplo a quien se le ordena realizar esta ley es al hijo de Aharon, Eleazar Hacoen, queriendo “castigar” de cierto modo a su padre por haber sido participe del incidente del becerro. Ahora vamos a detenernos en el color. ¡Roja! ¿Quien vio alguna vez en la vida una vaca roja? Quizas en aquel entonces había alguna vaca roja, pero la Tora es más especifica. Debía ser una vaca roja sin mum (defecto) alguno, y más, nunca debió recibir yugo alguno, o sea, nunca debió servir a ningún trabajo humano. Son muchos atenuantes y restricciones para poder hacer esta expiación.
Jukat es el nombre de nuestra parasha. Y Jukat Olam (Ley Eterna) es nuestra Tora. Detrás de las palabras y de aquellos ritos extraños a nosotros debe haber algún mensaje o alguna señal para nuestras vidas. La Tora no puede, tal como enseñan nuestros maestros, ser un libro cerrado, debe de ser un libro que se re-lea en cada momento y en cada generación. Sin pecar de soberbia me atrevo a dar una explicación a todo esto, quizás ya este escrita pero yo todavía no la encontré. Esta ley que encomienda la Tora sobre la vaca roja es prácticamente, sino totalmente, imposible de cumplir. La expiación por el pecado del becerro de oro es imposible de lograr. Como humanos debemos aprender que hay cosas que no tienen solución, que escapan a nuestra capacidad de entendimiento y a nuestra voluntad de torcer los acontecimientos, pero debemos comprender que hay cosas que no tienen solución. Hay errores de los que se puede volver atrás. Si robe algo puedo devolverlo. Si mate ya no hay nada que pueda hacer.
Del becerro de oro el pueblo de Israel no pudo volver. Los judíos salieron de mitzraim, pero mitzraim no salió de ellos enseña un maestro. Ya no había vuelta atrás. Hay yerros y hay pecados, hay cosas que hacemos de manera intencional y hay cosas que hacemos por equivocación, no importa como hagamos ciertas cosas, hay cosas que no tienen solución. La imposibilidad de reflexionar sobre nuestro quehacer en un mundo que cambia vertiginosamente nos lleva en varios momentos a tomar ciertas decisiones de las cuales no hay vuelta atrás. No somos omnipotentes, no todo está a nuestro alcance.
Como enseña la tradición rabínica si empezamos con algo malo debemos terminar con algo bueno. Asi lo hacemos al recitar la hagada de pesaj, narrando primero los duros años de la esclavitud para terminar alabando a D´s por nuestra redención. Gracias a D´s las cosas que no tienen vuelta atrás son pocas, la gran mayoría de las cosas tienen soluciones. Algunas cosas se solucionaran más rápido, otras tardaran más. Algunas costará más, otras menos, pero casi la reparación por nuestro error está a nuestro alcance. Pero “heridas” siempre quedan. Una vez leí un hermoso cuento en hebreo que hablaba sobre un chico bastante “malvado”. Su padre decidió en una pizarra marcar con una chinche cada error que su hijo cometía. El padre le prometió al hijo que cada vez que el remendara alguno de sus “pecados” él sacaría una chinche. Al cabo de un año ya no quedaban chinches. El niño sonrió, pero su padre le mostro que los agüeros aun quedaban.
Nuestros yerros que no tienen solución son pocos, pero debemos tener conciencia de que agüeros siempre van a quedar. Por este motivo la tradición de Israel nos invita a encaminarnos en la halaja, en una vida judía basada en la Tora. La Tora nos exige revisar, una y otra vez, nuestros actos para evitar errar, porque D´s sabe que hay agüeros que no cierran. Pero como enseña Yeshaiau, uno de los grandes profetas de nuestra tradición, “Aunque los pecados de ustedes enrojezcan como la escarlata, blancos como la nieve se volverán”. Podemos corregir nuestras equivocaciones, podemos enmendar nuestras acciones. Pero por sobre todo podemos enseñar de nuestros errores.