La ley y su quiebre
Ciertas veces para cumplir la Ley hay
que desobedecerla. A cualquier abogado de tendencia conservadora o a cualquier
legalista esta frase le resultaría particularmente problemática. Sin embargo,
entiende la tradición judía, que para salvar a la ley en su totalidad ciertas
leyes particulares deben ser anuladas en un momento imperante. El sabio Reish
Lakish, comentando un versículo de Parashat Ekev, dice (Talmud, Menajot 99a): Hay
ocasiones donde la supresión de la Torá se convierte en su fundamento.
Hay veces que para poder observar la Torá la misma debe ser anulada.
La tradición judía, lleva más de 3500
años acumulando costumbres, tradiciones y normativas. Las mismas involucran
casi la totalidad de la vida de un judío. En tiempos de normalidad el sistema legal
judío, la halajá, funciona con fluidez sin demasiados “conflictos”; mas cuando
la situación externa modifica radicalmente la realidad judía muchas veces la
Ley, en su formato de código legal, se convierte en un freno y no en un camino,
para acercanos a D-s, o para intentar cumplir Su voluntad. Muchas veces para
ser fieles al llamado de D-s debemos anular, aunque sea temporalmente, o de una
vez para siempre, alguna de las innumerables leyes que son enumeradas en los
códigos legales judíos.
El salmo 119:126 dice: “Es tiempo
para actuar para D-s, porque la Ley ha sido quebrada”. Muchos sabios
han entendido e interpretado este pasaje como queriendo significar que en
ciertos momentos para actuar en nombre de D-s es menester quebrar Su propia
Ley. El ejemplo paradigmático fue la decisión de los sabios judíos en el siglo
II de poner por escrito la Ley Oral, algo que siempre estuvo prohibido. Debía
existir la Ley escrita, la Torá, y la ley oral, una enseñanza que se transmitía
de generación en generación, pero esta nunca debía pasar a ser escrita. Sin
embargo los sabios evaluando la persecución de los judíos y la amenaza de que
toda la Ley oral pudiera ser olvidada decidieron actuar para D-s, aboliendo la
Ley que prohibía poner por escrito aquella transmisión oral. Hay momentos de la
historia que el espíritu religioso nos llama a abolir o a suspender la Ley
divina.
En nuestra parashá Moshé relata como
él mismo rompe las tablas al enojarse por la idolatría del pueblo de
Israel. Reish Lakish, en el mismo pasaje citado más atrás, comenta el
versículo y jugando con las palabras en hebreo dice (en boca de D-s): Iesher
Koaj Seshibarta, bien hecho al haberlas roto. Reish Lakish dice que D-s en el
momento que Moshé quiebra las tablas no se enoja con él sino que le dice: bien
hecho. Celebra la anulación de la Ley para que la misma pueda volver a crearse.
Hay tiempos donde las tablas debían quebrarse para que unas nuevas tablas
puedan volver a escribirse.
La modernidad, sin dudarlo, marcó un
quiebre de hecho con el mundo judío medieval. Las doctrinas religiosas y las
leyes que se desarrollaron durante la edad media han sido afectadas por los
cambios en la cosmovisión del hombre moderno y posmoderno. La halajá, como el
corpus normativo judío, sigue teniendo vigencia y relevancia. Las normativas
con respecto al Shabat, a la construcción de la Suca, a la forma del Shofar o
la mayoría de las reglamentaciones rituales, casi no se alteraron desde la
entrada a la modernidad. Y, en mi criterio, esta bien que así sea. Mas para que
la Ley judía siga teniendo vigencia e interpele al hombre posmoderno es
necesario, en ciertos casos, anular una parte de la Ley para que toda, en su
conjunto, pueda sobrevivir.
Hace 3500 años el judaísmo se
reinventa a sí mismo en cada generación, en cada tiempo y en cada lugar; pero
siempre con una característica. Siempre miramos hacia el futuro sin
desentendernos del pasado. Es quizás nuestro deber en nombre de D-s anular ciertas
normas para que el judaísmo pueda seguir siendo una propuesta religiosa
significativa, mas el pasado no debe ser borrado. Mirando hacia delante no
debemos borrar el pasado. La Torá, continúa enseñando nuestra parashá, enfatiza
que Moshé colocó tanto las tablas rotas como las nuevas tablas en el arca. Las
tablas rotas, testimonio del pasado, no fueron desechadas sino que fueron incorporadas
junto a las nuevas tablas, testimonio del futuro, en el arca, símbolo del
refugio espiritual del pueblo judío.
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