lunes, 26 de noviembre de 2012

Parashat Vaishlaj



Quizás una buena definición de vida podría ser: aquellos encuentros y desencuentros que se suceden en el tiempo. Son estos momentos que vivimos junto al otro los que nos hacen vivir. Ya lo decía Aristóteles: el hombre es un animal político; y como agregaba un filósofo contemporáneo, si le sacamos su parte “política” nos volvemos animales. La Torá, muchos siglos antes, ya había advertido la necesidad que tiene el ser humano de vivir con semejantes. Dios se dijo a sí mismo al ver a Adam viviendo en soledad “no es bueno que el hombre este solo”, e inmediatamente Javá, la madre de todos los seres vivientes, fue llamada a la existencia.

La vida, no obstante, no se vive solo en los encuentros sino que también se vive a través de los desencuentros. Las peleas entre hermanos, entre padres e hijos o entre amigos entrañables no son producto de la modernidad, la Torá da cuenta de una infinidad de episodios de encuentros y desencuentros. Iaakov y Esav se desencontraron hace mucho tiempo. Peleas, celos, engaños y malentendidos forjaron su relación como hermanos desde su juventud. Y ahora llega el momento del encuentro. Después de muchos años de no encontrarse de repente “Vaishlaj”, Iaakov manda mensajeros para anticipar el encuentro con su hermano Esav. Un encuentro esperado y temido.

La diferencia entre el juicio y el pre-juicio es meramente temporal. Cuando prejuzgamos emitimos un juicio antes de comprender cabalmente la situación, utilizamos preconceptos e imágenes del pasado para intentar dilucidar un futuro cercano que todavía no conocemos. El juicio, siempre sucede, ex post facto, luego de la acción. La temporalidad del prejuicio es el futuro mientras que la del juicio es el pasado, siendo el presente mero fluir. Muchas veces, no obstante, no podemos emitir el prejuicio. Al enfrentarnos a una situación desconocida, necesariamente nuestra mente intenta dilucidar “qué es lo que puede ocurrir”. Esto le ocurrió a Iaakov.

Iaakov, ante el inminente encuentro con su hermano Esav, como muchas veces nos suele pasar, se prepara para lo peor. Luego de años de distanciamiento lo único que le quedaba en la mente a Iaakov sobre su hermano Esav era el odio que este sentía por haberle robado la primogenitura. Se había olvidado del amor que se tenían como hermanos. Iaakov estaba tan asustado que divide a su campamento en diversas partes para evitar así que todos mueran ante un eventual ataque de su hermano. Iaakov esperaba lo peor. Y ante esta situación Rashí nos comenta que intentó enfrentarla mediante tres formas: con regalos, a través de la plegaria y preparándose para la guerra. Para intentar amainar el supuesto odio que Esav sentía por él, lo primero que le envía a través de unos emisarios son una serie de obsequios. Luego, si los obsequios no eran suficientes intenta rezar y le pide a Dios que Esav no se ensañe con su familia. Por último se prepara para ir a la guerra.

El encuentro finalmente se produce. Esav y Iaakov se rencuentran después de años de separación. Allí en el momento presente, al olvidarse de los prejuicios y sin emitir juicios, los hermanos se abrazan y se besan. Al verse a los ojos nuevamente toda imaginación y especulación sobre el encuentro se derrumba, lo que importa es el presente. Los odios del pasado, en el pasado fueron sepultados.

Cuantas veces nosotros acumulamos odios, prejuicios y recuerdos de un pasado que nos impiden concretar rencuentros en el presente. Cuantas veces dejamos que imágenes de un pasado remoto afecten de manera determinante nuestro presente. Cuantas veces nuestros recuerdos nos impiden vivir el presente. Iaakov y Esav, felizmente, dejan atrás los prejuicios y no se precipitan a emitir juicios, simplemente viven el presente. Viven intensamente el presente y como hermanos se vuelven a unir. La parashá, simbólicamente, concluye con el entierro del segundo de nuestros patriarcas, de Itzjak. Esav y Iaakov se vuelven a rencontrar para dar sepultura y para despedir a su padre. Una nueva generación queda unida por el recuerdo de una generación que solo perdura en la memoria.  

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