Desde la revolución francesa y el vertiginoso siglo XIX, sumados a la creación del Estado de Israel, el pueblo judío a sufrido la transformación mas grande de su historia (comparable con la destrucción del segundo Beit Hamikdash) en los dos últimos siglos. En grandes aspectos la civilización hebrea ha avanzado a límites que para algunas pocas generaciones atrás eran impensadas. Grandes intelectuales, políticos, músicos y artistas de nuestro pueblo han dejado una de las improntas más grandes a las sociedades que hoy vivimos. Muchos otros sectores de nuestro pueblo encontraron en los movimientos religiosos liberales un espacio que en la ortodoxia no podían encontrar. Una pequeña pero significante cantidad de judíos sigue hasta la actualidad una vida ortodoxa, como tal vez nuestros bisabuelos estaban acostumbrados.
Grandes progresos sin duda ha generado un judaísmo con “puertas abiertas” al mundo secular. Pero a su vez, tal vez, estemos viviendo las últimas generaciones de judíos luego de más de 150 generaciones. No es mi intención ser extremista, tan solo, plantear una mirada de lo que nos ocurre hoy en día. Sin lugar a dudas el judaísmo tradicional como generaciones pasadas lo conocían de a poco se va perdiendo, si bien en ciertos sectores aun tienen predominancia. Los sectores ortodoxos no ocupan menos del diez por ciento del total de la judería mundial. Si bien no comparto su forma de vida, la respeto, y entiendo que ese porcentaje de nuestro pueblo la continuidad judía esta asegurada. Pero ¿Qué ocurre con el noventa por ciento restantes?
El judaísmo moderno vive una gran tensión; como equilibrar el mundo secular con una vida judía integra. Como continuar una tradición milenaria sin perdernos en la vorágine del mundo moderno. En el afán de mantener este equilibrio diversos movimientos emergieron a lo largo de las décadas tratando de contener o volver atraer a judíos que ya se habían olvidado de sus raíces. Surgió una corriente de judíos seculares e intelectuales que ponían el acento en la literatura y cultura de nuestro pueblo; si bien cierto éxito tuvo decayó en las últimas generaciones. Por otro lado las corrientes liberales, el reformismo y reconstruccionismo, tomaron un lugar central en los estados unidos y ciertos países de Europa. Algo similar ocurre con el movimiento conservador que por sus características en algunos países, como la argentina, lo hace casi incomparable con el reformismo. Si bien estos grupos han gozado de ciertos éxitos y en ocasiones sus sinagogas o casas de estudio se encuentran colmadas (si en los templos no hay Bnei Mitzva el numero cae abruptamente) a la fecha no garantizan la continuidad de nuestro pueblo.
Afrontando a la realidad histórica nuestro pueblo se ha desarrollado y ha sobrevivido cientos de años en el exilio y en la opresión contrastando un constante cambio pero una gran unión a las mitzvot y preceptos de la tora. En palabras de un sionista secular del siglo XX, Ajad Aham: “Mas que el pueblo judío ha cuidado al shabat, el shabat ha cuidado al pueblo judío”. Los preceptos prescriptos por nuestros sabios tenían un doble significado, por un lugar generar una conexión con lo divino y por el otro lado unir al pueblo judío y generar un lazo con nuestra historia.
Cuando los diversos sectores de nuestro pueblo tratan de contener a nuestro pueblo con demasiada flexibilidad ante las leyes es donde de a poco comenzamos a desintegrarnos. No hay una sola forma de ser judío, hay muchas pero todas ellas deben tener a nuestros textos y nuestra historia en un lugar central. Hay que ser flexibles como aprendimos de nuestros sabios, la escuela de Hillel triunfo sobre la rigidez de Shamai, pero Hillel no se olvido de los preceptos y de nuestros textos sagrados.
Hagamos una recapacitación interna y pongámonos a pensar cuantos judíos conocemos, entre parientes y amigos, colegas y conocidos. Ahora pensemos un instante de que forma cargan con el legado de 3700 años de historia. Pensemos que es lo que todavía tienen/tenemos de un judaísmo autentico. Pensemos cuantos de nosotros hemos tratado de incrementar nuestros conocimientos de tematicas judaicas, cuantos libros hemos leido, cuantas velas de shabat hemos encendido. Una vez mas insisto en recordarles que bajo ningun concepto creo que exista una unica manera de vivir el judaísmo de manera plena y autentica, pero si entiendo que alejados de una congregación, del estudio y de las mitzvot; el judaísmo comienza a desintegrarse.
En los preceptos y leyes de nuestro pueblo se encuentra la llave que nos permitirá que esta puerta que fue abierta cientos de generaciones atrás, por la cual miles de nuestros ancestros dieran su vida, no sea cerrada por unas generaciones que están distraídas con las luces de neon.
Les dejo aquí un texto que circulo hace algunos años por las casillas de mails. Si bien en ciertos aspectos no comparto la causa-consecuencia ni las afirmaciones de quien la escribe, creo que por lo menos nos hará pensar y replantearnos ciertos aspectos de cómo entendemos la continuidad de un pueblo.
La Carta del último Judío
Bs. As. 1-1-2100
Querido lector:
¡Feliz año nuevo 2100! ¿Quien escribe? Mi nombre no es importante, mi identidad si lo es. Soy el último judío. Estoy en exhibición en el museo de Historia y Antropología de Buenos Aires. El último judío. La gente pasa, me mira, goza y sigue su paseo. En las paredes me adornan las reliquias de la cultura judía: un Sefer Torá, una bandeja de Pesaj, un Shofar, etc. Cada día me pregunto como fue que tantos millones de judíos que sobrevivieron por más de 3400 años superando todo tipo de adversidades finalmente pudieron desaparecer... (suspiro)
Recuerdo cuando era chico que mi anciano abuelo me contaba sobre las colonias judías a principio del siglo XX llenas de inmigrantes. Casi medio millón de personas había en Argentina únicamente. Sobre las entidades y organizaciones como AMIA, DAIA, MACCABI, etc. Todo esto se ha desvanecido, desapareció, tanto aquí como en el resto de la diáspora. Intento analizar las razones, estudiar los eventos para encontrar los motivos de semejante destrucción. Tal vez fueron los cambios culturales, problemas de comunicación entre padres e hijos, la globalización... La verdad es que antes de esto comunidades enteras ya habían dejado de asistir a la sinagoga ya que no entendían ni sabían leer hebreo. Muy de vez en cuando había algún Bar Mitzvá en fonética. Las fiestas se olvidaron al igual que nuestro calendario. Dejaron de enviar a los hijos a escuelas donde había una educación realmente judía. Las mujeres dejaron de encender las velas de shabat y cambiaron la cena familiar por el shopping o el cine. Los hijos a la cancha y después a la disco. Mi abuelo decía, sin embargo, que eran buenos judíos, judíos de corazón. Los rituales comenzaron a desconocerse, a olvidarse y a no tener sentido. Algunos hasta se burlaban del tefilín, la kipá, o el talit. Solo el Maguén David seguía colgado al cuello. Nadie estudiaba la Torá, consecuentemente quedaron ignorantes de lo realmente nuestro. Se decretó que judío sin carrera universitaria era como cuerpo sin alma. Deportistas, músicos y actores eran admirados, los grandes rabinos de barba y sombrero despreciados. Picnic en Iom Kipur, comida casher los padres no compraron y los jóvenes novias gentiles encontraron…
Una vez me preguntó la maestra de inglés si era judío. No contesté. Me preguntó de nuevo. Le dije que no importaba. ¿Sos o no sos?!! Bajé la vista y susurré: y bueno que se le va a hacer... Por un lado era igual a todos, por el otro, por más que lo intentara, no iba a poder serlo jamás. Los judíos dejaron de concurrir al templo e instituciones hasta que se cerraron todas. Casas sin mezuzá y mesas sin jalá. Los grandes prestaban dinero con intereses y los chicos tatuaban sus brazos. Dejaron de enterrar a sus muertos en el cementerio judío, optaban en cambio por el Parque. El Brit Milá a los niños lo realizaban los médicos, al igual que los abortos a las adolescentes. Cuantas cosas. Más de las que pensaba.
Prefiero no seguir.
Entonces llegó el último suspiro. Esto fue hace unos 50 años. D-os se canso de nuestra rebeldía. Estados Unidos cortó relación con Israel. Los países árabes se unieron y atacaron. Con dos bombas letales diez millones de israelíes fueron borrados de la faz de la tierra. Cuando esta amarga noticia se dió a conocer, los pocos judíos argentinos que quedaban exclamaron con apatía: ¡Que Mal cheee! Te dije que era peligroso viajar… Sin embargo, más de 170 años antes se mataron en Europa seis millones de judíos. Y hace unos 130 acá en la Capital Federal sucedieron dos crueles atentados; el de la Embajada y el de la Amia. Mi abuelo me contó que aquellos judíos juraron que no iban a olvidar. ¿Que pasó? ¿Acaso el único que se acuerda soy yo? Cuando el judío perdió su orgullo, su história, su razón de existir perdió todo. Yo soy el último judío, creo. En poco tiempo yo también me uniré a los demás en el cielo y hasta en el museo no quedará ni uno. ¿Que pasó con mi familia? ¿Si tengo hijos? Sí, dos: María Pía y Christian. Sus nombres lo dicen todo...
Termino estas amargas líneas con lágrimas en los ojos por que ahora entiendo. Siento impotencia de no haber hecho antes, hoy ya es demasiado tarde. Si pudiera volver decenas de años atrás gritaría: El Judío es Diferente! No despreciemos el regalo que D-os nos dió. Lo que ningún imperio y nación pudieron hacernos, nosotros con nuestra indiferencia lo hicimos. Asimilación. Auto-exterminio. Aunque no me creas D-os te pido perdón en mi nombre, en el de mi familia y en nombre de todo el pueblo de Israel, tu pueblo, por haberte abandonado...
Firma: El Último Judío
No hay comentarios.:
Publicar un comentario